Ramón Tamames, economista

«Mi problema era que me interesaba todo: quise ser aviador con cinco años, luego ingeniero agrónomo, también de Montes porque me tiraba mucho la naturaleza… Al final empecé Medicina, pero a los cuatro meses lo dejé». Estudiante del Liceo Francés, Ramón Tamames (Madrid, 1933) tuvo una formación muy diferente a la de la mayoría de los niños de su época. «Franco obligó a que en los colegios franceses se estudiara un bachillerato español y el Liceo acogió a los profesores expulsados de la Institución Libre de Enseñanza. Aquello, más que un bachillerato era una licenciatura universitaria». «Yo sabía quién era Churchill o qué problema había en Irán. La política ya me interesaba mucho».

Tras un paso en falso siguiendo la estela médica paterna, empieza a estudiar leyes. «Derecho y Económicas estaban en el mismo edificio. Yo bajaba a Económicas, a la biblioteca que estaba junto al jardín, con muy buena luz. Era fantástica, con periódicos, revistas, informes… Empecé a leer cosas de Económicas, me aficioné y decidí estudiar la carrera, así que aunque yo me llamo economista, también soy jurista«. «Durante la carrera fui becario del Instituto de Estudios Políticos, una oposición dura a la que se presentaban 150 personas y elegían sólo a 20. Yo fui elegido con 19 años: nos daban 500 pesetas y me consideraba un hombre rico». ¿Y qué hacía un hombre rico de la época? «Ir al cine, tomarse bocadillos de calamares con un vino y, a lo mejor, algún viaje».

Su interés político poco a poco se fue avivando: «Conocí a gente, empezamos a hablar de política y cuando quisimos darnos cuenta, estábamos en Carabanchel». «Pensábamos que era necesario que España tuviera libertades. Hicimos un manifiesto y recogimos miles de firmas pidiendo la democracia». «En la cárcel concebí la idea de escribir mi ‘Estructura Económica de España’«.

Su carrera profesional se inicia realmente con unas oposiciones a técnico comercial del Estado. «Había que presentar un documento de adhesión al régimen. Nos echó una mano un amigo torero de mi padre: Luis Miguel Dominguín, amigo del secretario de la Falange. En España, todo se resolvía así, con los amigos. Bueno, como ahora». Tras aprobar la oposición, un Tamames veinteañero se vuelca en su libro, uno de los más vendidos de la historia de la universidad española.

En 1968 obtiene la cátedra de Estructura Económica de la Universidad de Málaga, pide una excedencia y, en 1970, se convierte asimismo en catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid. «Para mi padre, médico cirujano, tener un hijo catedrático era un sueño». «He tenido muchas experiencias, pero entre el libro y la cátedra, yo creo que generaciones enteras de economistas me tienen cierto aprecio». ¿Y dónde se ha sentido más feliz, profesionalmente? «Me he sentido cómodo siempre, como funcionario, como técnico comercial… Cuando he estado en algo, me ha gustado trabajar. Pero yo, el título más importante que tengo es el haber firmado la Constitución«. ¿Y echa de menos aquellos tiempos? «No. Fue muy bonito, pero no. Estoy de acuerdo con José Luis de Vilallonga, que escribió un libro maravilloso de entrevistas que se titula ‘La nostalgia es un error’. Yo, afortunadamente, no siento nostalgia de nada».

Hablando de trabajo

«Como Borges, publico para dejar de corregir»
«Siendo técnico comercial del Estado escribí, en dos años, la ‘Estructura Económica de España’, que va por la 25 edición. ¡Es un mamotreto!», explica riendo y mostrando el libro. «Ahora tengo un colaborador, Antonio Rueda, una persona extraordinaria, antiguo alumno mío. También tengo otro libro, ‘Estructura Económica Internacional’, con el que estoy entusiasmado. Va por la edición 21, lo estoy retocando». Matizar, pulir, ampliar… Un castigo para un perfeccionista. «Sí. Yo, como Borges, publico para dejar de corregir».

Ramón Tamames reivindica sus otras facetas profesionales. «Cuando entramos en el Ministerio, el ministro Ullastres nos recibió y nos dijo: «Entran ustedes en la atalaya de la economía española». Y era verdad. Allí se aprendía todo». Tras la excedencia, la cátedra, y una actividad paralela muy enriquecedora: «Escribí un libro sobre la integración europea y empezaron a llamarme para hablar de la integración en Hispanoamérica. Y eso ha sido muy interesante también». Y su actividad política, ¿también ha sido interesante? «Claro. Soy el firmante quinientos no sé cuántos de la Constitución, porque estamos diputados y senadores por orden alfabético». «Cuando paso por el Congreso lo miro con respeto y saludo a la bandera».

Hoy, su lucha está en otro frente. «Estoy trabajando en el calentamiento global o en la necesidad de una moneda global. Se lo expliqué a Obama por carta cuando era senador». ¿Y le respondió? «Sí. Dándome las gracias y diciéndome a ver si le podía enviar dinero para la campaña. Le mandé 100 dólares y tan contento».

Muy personal

«Me gusta estar un cuarto de hora mirando al techo»
«Cuando amanece en verano y se está fresquito, me gusta estar un cuarto de hora mirando al techo, sin hacer nada, pensando. Y siempre me ha gustado mucho pintar. Ruiz-Gallardón tiene un cuadro que le regalé a su padre, que estuvo con nosotros en la cárcel. Yo estaba en una celda con Dionisio [Ridruejo] y nos pasábamos el día pintando con unos caballetes que nos trajeron. Alberto siempre dice: «Ramón, este cuadro es malo, pero muy malo», y yo le digo: «¡Pues devuélvemelo!» [carcajadas].

También me gustan la escultura y la literatura. Os voy a regalar mi novela ‘La segunda vida de Anita Ozores’, que es la continuación de ‘La Regenta’. Algunos escritores presuntuosos y estúpidos se metieron mucho conmigo. Dijeron que era un sacrilegio». ¿Ése es el libro al que siempre vuelve? «Inés Molina, preguntas más que el padre Astete, el del catecismo de ‘¿Eres cristiano?'» [risas]. Bueno, pues la última: ¿Qué le ha enseñado la vida? «Que merece la pena vivirla».

 

Imagen de cabecera: Constantino de Miguel