Los mandos ejecutivos pueden verse superados por el exceso de toma de decisiones, lo que puede provocar un agotamiento que desembocará en estados de paralización. Esta fatiga de la decisión se puede corregir con estos sencillos consejos: saber delegar, ordenar las tareas, priorizar las elecciones, evitar los ladrones de tiempo y no sucumbir al poder de los “y si…” que agotan la energía mental limitada de cada día.
¿Qué es la fatiga de la decisión?
Tener muchas opciones donde elegir puede ser visto de manera injusta en determinados entornos laborales como si “te apretaran los zapatos de diamantes”. Sin embargo, el propio procedimiento de decisión implica un esfuerzo y una sobrecarga para las tareas cotidianas del más eficaz de los músculos, el cerebro. De ahí que un sostén solitario y continuado del exceso de estas elecciones puede degenerar en la recién nombrada “fatiga de la decisión”.
Este cansancio psíquico y emocional puede manifestarse como una apatía, un malestar generalizado, la desmotivación y, finalmente, en cometer errores recurrentes. En este contexto, sentirás que no tienes creatividad ni compromiso con el proyecto. Solo querrás terminar de realizar lo justo para poder dar por finalizada otra jornada vacía.
Para evitar caer en esta nueva afectación es importante que pongas orden a las tareas diarias, con una jerarquía de prioridad clara. También es clave saber delegar. Asumir todas las responsabilidades no es una estrategia eficaz. Establecer rutinas que te eviten el esfuerzo de la voluntad de generar un procedimiento de manera constante, junto con el reparto de tareas, equilibra la balanza. Así toda la plantilla percibirá los objetivos como propios y alcanzados de manera justa. Y, por supuesto, debes establecer reglas de control de los ladrones de tiempo, como no conectarte a una red social antes de las 5pm.
¿Cómo afecta a los mandos ejecutivos?
Una de las mejores frases de Spiderman es aquella de “un gran poder es una gran responsabilidad”. Y es que liderar un proyecto o un equipo supone asumir esta gran responsabilidad que se manifiesta en la toma de decisiones relevantes a diario. Sin embargo, puedes automatizar procesos, reduciendo la carga de voluntad constante. Incluso es recomendable organizar la agenda de tal manera que sea en la mañana cuando tengas que tomar las decisiones que te requieran mayor nivel de concentración.
La fatiga de la decisión se acumula a lo largo del día, como si en el delicioso sueño reparador ocurriera un reset refrescante. Elige las decisiones que requieren mayor atención y elabora una lista de prioridades. Por ejemplo, entre las prioritarias podría estar cómo afrontar un informe, los criterios de selección para la entrevista del personal o las decisiones estratégicas a medio y largo plazo, especialmente complicadas en estos últimos entornos cambiantes.
Por último, si has tomado una decisión evita rumiar la corrección de la misma. Este repensar y volver a valorar lo ya elegido solo puede consumir más energía mental, que como sabes, es limitada. Por el contrario, convéncete de que tomaste la mejor decisión con la información que tenías y sigue adelante. Los “y si…” son malos compañeros de viaje en la vida y en el liderazgo.