Para salir de la crisis hay que innovar. No hay otro camino. Hasta no hace mucho, la sociedad solo premiaba a aquel emprendedor que era capaz de desarrollar su idea de negocio desde cero, renunciando a un salario fijo para, con un poco de suerte, convertirse en empresario. Pero en plena sociedad del conocimiento, las empresas del siglo XXI tienen que potenciar su competitividad y, para ello, hay que empezar a apreciar con más ahínco el valor creativo que aporta cada empleado.

«El futuro de una empresa –y el presente- pasa necesariamente por la colaboración de sus profesionales», explica Alberto Losada, socio fundador de AvantIdeas, una compañía especializada en la gestión de ideas y en potenciar la competitividad de las empresas gracias a la inteligencia colaborativa. Con esto, Losada se refiere a apoyar al intraemprendedor o emprendedor corporativo, es decir, a todo trabajador que se vea capaz de desarrollar una nueva línea de negocio o innovación dentro de una compañía. «En general, en España esto no se apoya. Y se trata de una  razón cultural, porque los sistemas de gestión de ideas y de promoción de las iniciativas de los intraemprendedores son algo totalmente normal en los países anglosajones y nórdicos, de largo, más competitivos que los nuestros», añade Losada.

No cabe duda de que las situaciones más complicadas se han de gestionar con soluciones transformadoras. Y estas pueden llegar de la mano de alguien de la empresa que, necesariamente, no tiene por qué ser un directivo. «La pena es que nadie alienta a proponer formalmente estas ideas, ni existen canales para su gestión», afirma Losada. «En los países nórdicos se valora muchísimo el trabajo en equipo, sin embargo, aquí aún pesa demasiado la inercia de las jerarquías y los egos», asevera.

El observatorio GEM (Global Entrepreneurship Monitor) midió por primera vez en la edición de su informe de 2011 la tasa de actividad «intraemprendedora» en el conjunto de los países que participaron en el estudio. Las conclusiones reflejan que España no es un país de intraemprendedores: solo el 2,5% de la población se ha lanzado a proyectos de emprendimiento corporativo. La cifra es muy baja si la relacionamos con los países nórdicos y Bélgica: hasta el 13,5% de los suecos son intraemprendedores.

Pero no cabe duda de que las pocas empresas que permiten la libertad creativa de sus empleados ganan en  competitividad, pues estos aportan el 100% de su capacidad profesional, de su visión de negocio y de su ilusión. «Cada intraemprendedor es un pequeño responsable de esa I+D que tanto falta en España», concluye.

Además, los emprendedores corporativos tienen una ventaja importante respecto a los emprendedores tradicionales, y es que nunca empiezan de cero, pues por muy innovadora que sea su idea, siempre tienen un respaldo por parte de la empresa, algo que les permite reducir tanto el coste como el riesgo. Pero claro, este camino también se puede dar a la inversa. De hecho, cada vez son más los profesionales que, además del CV, presentan ideas innovadoras cuando van en busca de un empleo. Y las empresas lo valoran, pues, tal y como remarca Alberto Losada, «hace ya tiempo que los estudios perdieron peso relativo ante la capacidad demostrada de iniciativa de quien desea incorporarse a una compañía».