José María Irisarri, presidente ejecutivo de Vértice 360º
Sin una idea demasiado clara, José María Irisarri (Madrid, 1961) decidió seguir los pasos de su padre y estudiar Derecho, «aunque no tenía vocación para ejercer de abogado. Me divertía mucho más el mundo de la empresa, pero como era muy malo con los números, huí de ellos; aunque luego me los volví a encontrar».
Inquieto y lleno de entusiasmo, con apenas 16 años da sus primeros pasos laborales: «Trabajé de mozo de almacén en Salvat durante casi dos años». De aquel tiempo le queda un gran recuerdo: «Un jefe maravilloso, entrañable, muy culto y buena persona». Durante la carrera -«estudié hasta tercero en la UNED»-, compatibiliza sus estudios con un trabajo de ocho a tres, de becario en TVE. Aunque hoy resta importancia a aquel primer contacto con su mundo, algo le dejaría marcado.
«Al acabar la carrera me fui al IESE porque quería redondear mi formación académica. Era el año 84. Yo que creí que ya había pasado mi etapa de estudiar, me di cuenta de que siempre en la vida hay un paso más. Allí hice magníficos amigos y guardo recuerdos maravillosos. Me encantó vivir en Barcelona». Tras aquel gran esfuerzo, la recompensa: «Pude elegir dónde trabajar. Un privilegio. Elegí DIA porque estaba naciendo en España y me gustaba mucho el márketing que allí se hacía, el de verdad».
Un año y medio después cambia radicalmente de sector con naturalidad. «Me fui de adjunto a la dirección general de Sanitas y tuve la oportunidad de participar en el proceso corporativo de la venta, en el año 89». El grupo inglés BUPA se queda con la compañía e Irisarri emprende un nuevo camino, esta vez sin retorno: «Emilio [Aragón] y yo éramos muy amigos. En ese momento empezaba el mundo de las televisiones privadas y él me dijo: «Estoy con un socio, que quiere empezar algo nuevo, ¿me asesoras?». «Pues venga». A veces hay que estar en el sitio adecuado, en el momento adecuado». Él lo estaba. De aquella unión entre amigos nació Globomedia. «Era un momento distinto. Yo creo que con la edad somos más sensatos. Yo aún soy osado, pero mi sensatez es el límite», explica entre risas. El éxito comenzó a sonreírles con «El juego de la oca» y continuó con «Médico de familia», «un bombazo». Estaban inventando una nueva «tele» sobre la marcha, con sus luces y sus sombras. «Sí porque yo no creo ni en Superman ni en Superwoman: la vida está hecha de éxitos y fracasos».
«Mi vida en «Globo» fue maravillosa, pero en 2004 esta etapa culmina. Yo intento vivir mi vida intensamente, en etapas, y no ser un nostálgico. Al final te vas quedando con lo bueno y vas borrando lo malo. A cierta edad se sufre y se sufre, luego te produce pena y luego… ya. Se pasa». «A partir de 2004, inicio actividades diferentes: participo en consejos de administración de otros sectores, hago inversiones personales y cojo distancia». En ese momento aparece la productora Notro Films, «también de cero, con unos socios y amigos espléndidos». La compañía se integra en Vértice 360º, debutando en la Bolsa en diciembre de 2007. «Ahora quiero que Vértice sea el proyecto que todos los que trabajamos en él tenemos en la cabeza: sólido, cada vez más grande y cumpliendo los objetivos». Por ambición, que no quede.
«Sabían que yo había estado allí porque ordenaba las colillas en los ceniceros»
«Constante y con gran fuerza de voluntad», José María Irisarri afirma mostrarse en ocasiones «demasiado rígido» consigo mismo, «y a veces hay que darse un poquito de alegría».
¿Y qué hace cuando no trabaja? «Familia y deporte. Deporte a lo bestia». ¿Otro directivo que jamás ve la tele? «Me apasiona, veo muchísima y no me da ninguna vergüenza decirlo. Me encanta todo: magazines, Ana Rosa Quintana…». ¿A quién admira? «A gente anónima con una vida llena de abnegación. Y a la Madre Teresa de Calcuta. La vi una vez en Roma y me quedé petrificado».
A la hora de elegir algo o a alguien imprescindible, no duda: «Mi mujer. Es la que me motiva. Bueno, y mis hijas». ¿Algún punto flaco? «Soy maniáticamente ordenado: hace 16 años fumaba mucho y cuando salía de los sitios, la gente sabía que yo había estado allí porque ordenaba las colillas en los ceniceros», recuerda entre carcajadas. Y para acabar, un libro: «La fiesta del chivo» Pensé: «¡Joder, qué libraco!».
«Si no nos enamorásemos de lo que hacemos, nos volveríamos locos»
«El 80% de los programas que se estrenan fracasa. ¡Imagínate los que ni siquiera se estrenan! Es duro porque aquí opina todo el mundo. Somos la gente a la que más notas ponen: En televisión, nota por la audiencia; en el cine, por el número de espectadores; y, en nuestro caso, todos los días nota por la cotización en Bolsa». ¡Qué horror! «¡O qué felicidad! Depende». «Es como estar opositando: te lo juegas todo en un día. Miras hacia atrás y dices: 80 tíos trabajando, inversión, guiones, prestigio… Cuando al final es un «pelotazo», levitas; pero cuando te dicen: «Lo siento, suspenso…». Además, sus fracasos son más visibles que otros: «Si Alfredo Sáenz se equivoca es mucho menos visible. En lo nuestro, es como una losa. Te señalan con el dedo».
¿Y cómo sobrevive uno a esta presión? «Nos enamoramos de lo que hacemos. Si no nos enamorásemos, trabajar 15, 18 horas al día, sería imposible. Nos volveríamos locos». «Además, me rodeo de gente positiva. Un triste debe estar encerrado en un cuarto. En una organización tiene que haber un punto de buen rollo y el buen rollo lo da el carácter, un cierto optimismo, un espíritu luchador, de ilusión, de fuerza. Un jefe triste es lo peor». «Un líder debe predicar con el ejemplo. Yo no soporto al jefe que va de jefe, que exige trabajar y no trabaja».
¿Y es complicado trabajar con grandes artistas? «Tanto como trabajar con grandes cirujanos o grandes periodistas. El artista es muy, muy, muy inseguro. Necesita que le digas: «¡Estabas que te salías!» Como a todos, hay que motivarles». ¿A usted también? «¡Claro! Menos mal que tengo a mi mujer».