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Por Fernando Gordillo. Responsable de Formación y Desarrollo, Grupo Aviva

En 1926 General Motors creó el General Motors Institute, una escuela para atender la creciente necesidad de formación de sus empleados en el área de la automoción. Esta iniciativa, curiosa en aquel momento, es hoy un ejemplo para un número creciente de compañías que buscan incrementar su competitividad mediante la formación de sus empleados. La figura de la universidad corporativa a empieza a ser un elemento básico en empresas de casi todos los sectores, como es el caso de la “Universidad de la Hamburguesa”, creada por McDonald’s en 1980; o del “Campus de Crotonville”, de General Electric, en el que el mismísimo Jack Welch impartía cursos a sus empleados y clientes.

Aunque la esencia de estos centros de formación permanece, la evolución de las universidades corporativas es incuestionable. Los cambios en los procesos de producción y en el entorno socio-económico, la irrupción de las nuevas tecnologías y el mayor protagonismo del aprendizaje informal, constituyen las verdaderas palancas de este cambio. Mantener las habilidades y conocimientos de los empleados en línea con la estrategia de negocio, satisfaciendo sus expectativas y fomentando su contribución al proceso formativo; y hacerlo con el apoyo del comité y de la segunda línea directiva, constituye todo un reto.

Tradicionalmente, en las áreas de formación hemos estado acostumbrados a ser corredores de media distancia; a dar vueltas en la pista de atletismo, con los mismos obstáculos casi en los mismos lugares, con prácticamente los mismos competidores y con una meta inamovible por la que sólo aceleramos el paso cuando, entrada la última vuelta, suena la campana. Pero el cambio de escenario, precipitado por la coyuntura actual, nos obliga a reorientarnos. Ahora es tiempo de larga distancia, de estar preparados para afrontar cambios de terreno, de la irrupción de nuevos corredores, de nuevas reglas; ya no importa que la meta se encuentre más o menos cerca, lo verdaderamente importante es adaptar nuestra estrategia al terreno para ir cubriendo con éxito todas las etapas.

Dar respuesta a este nuevo escenario exige, cuando menos, un ejercicio de imaginación, pero sin olvidar que estamos en el ámbito empresarial. Debemos adaptar nuestro capital humano a la misión de la empresa y hacerlo de forma que el desarrollo de las personas se alinee con el de la organización. La universidad corporativa es hoy el marco que mejor se adapta a estas circunstancias, porque es un elemento flexible y orientado al largo plazo, que facilita el flujo del conocimiento y de la experiencia y que resulta valorado por empleados y directivos.

Las claves de la universidad corporativa actual son: su enfoque vanguardista, orientado a los temas que aportan valor a la empresa y al empleado; y su capacidad para alcanzar a todo el “universo” de la compañía, con independencia de la dispersión geográfica o de la heterogeneidad de las tareas de los empleados. Además, para poner en funcionamiento una Universidad Corporativa hoy contamos con la base de la tradición inspirada por el GM Institute, con instrumentos -como Internet- que garantizan el acceso de todos los empleados a una formación específica, con sistemas de gestión para compartir información y valorar la formación y con novedosas metodologías de aprendizaje -como los llamados “serious games” de simulación.

La buena noticia es que la universidad corporativa a actual ya está al alcance de todos aunque no se tenga el volumen de empleados -y de recursos- de los que disfrutan las grandes corporaciones. La solución pasa por gestionar los recursos de manera eficiente y por adaptar al máximo la formación a través de itinerarios personalizados. En síntesis, por construir una universidad corporativa  “a la carta”.

En definitiva, nuestra experiencia en el desarrollo de nuestra universidad corporativa, demuestra que hoy existen avances que permiten trasladar la filosofía universitaria a colectivos más reducidos, aplicando criterios como: la  proactividad (proponer cursos en lugar de esperar a que los pidan los empleados), la flexibilidad y el campus virtual. Es decir, crear una universidad corporativa ya no es exclusivo de corporaciones con miles de empleados. Compañías como la nuestra, con unos 600 empleados en España, son una prueba fehaciente de que puede hacerse con excelentes resultados.