A casi medio kilómetro de altura trabajan los restauradores del Pan de Azúcar de Río de Janeiro. Más de 220 metros de colina y otros 400 de estatua separan a estos arriesgados operarios del suelo firme durante la reparación de este icono brasileño que, tras 80 años, viven su primera puesta apunto. Reparar los daños produciedos por el paso del tiempo —y los fuegos artificiales que se lanzan desde su base- costará a la ciudad carioca cuatro millones de dólares.