Un buen coordinador, un jefe correcto, un motivador al cargo, puede ayudar a solventar una racha complicada en una empresa y hacer que el equipo humano salga reforzado. Pero un empleador mediocre, un directivo incapaz, un gestor incompetente, aunque sea capaz de llevar más o menos las riendas cuando vienen bien dadas, en cuanto comienzan las situaciones peliagudas puede contribuir incluso tanto o más que las circunstancias al cese total de actividad de la compañía. La diferencia entre los primeros y los segundos es lo que se llama liderazgo.
Aunque parezca que es una capacidad que no es posible aprender, en opinión del motivador de alta dirección y autor de varios libros sobre el tema y cofundador de la consultoría MindValue, Javier Fernández Aguado, es mucho más parecido a un idioma que a otra cosa. “Los aspectos más relevantes del liderazgo pueden ser aprendidos”, explica este Doctor en Económicas por la Universidad Complutense de Madrid. “Obviamente, al igual que un idioma, será más fácil para una gente que para otra”.
Esta analogía da título al último libro de Aguado, El idioma del liderazgo, presentado este mismo mes de octubre. Aguado defiende que hay unas 250 habilidades directivas que un buen líder debe ser capaz de hablar. Entre estas palabras, Aguado destaca “optimismo, visión estratégica, autoexigencia, coherencia, consistencia… y la empatía es imprescindible, ya que nadie que sea incapaz de hacerse cargo de las necesidades de los demás podrá ser un líder”.
Pero Aguado advierte que los líderes no deben “emplear recetas ni soluciones empaquetadas”, que su función reclama diferentes aproximaciones ante circunstancias diversas y que jamás debe convertirse en una rutina que promueva soluciones reiterativas, sino en un hábito que genere modos de “hacer novedosos y creativos en cada nueva coordenada”.
Y es que un líder “genera compromiso y traslada a las personas que dependen de él o ella a un lugar mejor de aquel en el que se encontraban antes de que él llegara”, asegura Aguado. Pero el tipo de liderazgo que debe ejercerse depende de la etapa en la que se haya la empresa, no siendo lo mismo el lanzamiento de un proyecto, que la fase de consolidación o una situación de urgencia. Reconocer estas carencias lleva directamente a otra de las grandes cualidades del líder: “La humildad”.
Quien no tenga estas capacidades será, en opinión de Aguado, un mero “agitador de voluntades ajenas”. No suena tan bien como buen coordinador, jefe correcto, motivador al cargo.