Si una de las condiciones para ser considerada ‘empresa familiar’ es la voluntad de continuidad, de que el proyecto sobreviva a su fundador, más tarde o más temprano hay que hacer frente a la sucesión del líder. En concreto, según el Instituto de Empresa Familiar, en los próximos ocho años medio millón de estos negocios se enfrentarán al relevo generacional. El problema llega con el siguiente dato, también ofrecido por la misma organización: el 78% de ellos reconoce no estar bien preparado para este momento. Para muestra, la situación que están viviendo en los últimos meses las familias propietarias del grupo Eulen y de Galletas Gullón, donde los herederos protagonizan una guerra abierta con los fundadores por el control de sus respectivas compañías.

Por suerte, hay muchos otros ejemplos de relevo generacional exitoso que demuestran que las cosas se pueden hacer bien. El tándem de los hermanos Martín Villanueva, hijos de Francisco Martín Frías, fundador de MRW, es uno de ellos. Esther Martín, actual directora general de Responsabilidad Social de la empresa de mensajería, recuerda cuando hace unos años un asesor le recomendó a su padre integrar a sus hijos en la dirección de la empresa para asegurar la continuidad del negocio. Poco después, empezó a atender el teléfono en el ‘call center’ en una campaña de recogida de juguetes, pero «no era mi intención quedarme a trabajar en MRW, ya que se trataba de una colaboración puntual». Sin embargo, ése sólo sería su primer contacto con el área de RSC, ya que poco después asumió la dirección de Acción Social, donde se mantuvo hasta el mes de octubre de 2008 cuando pasó a ocupar su actual cargo.

MRW

Francisco Martín Frías, de MRW, con sus hijos y sucesores

Hasta llegar aquí, Esther Martín comenta que, tanto ella como su hermano, «hemos bebido de la mejor fuente. Llevamos muchos años al lado de mi padre y ésa ha sido, sin duda, nuestra mejor formación». Sin embargo, ambos poseen sendos títulos universitarios, han trabajado en otros proyectos antes de incorporarse a MRW… Son un ejemplo de cómo se articula actualmente el relevo generacional. Juan Corona, del Instituto de Empresa Familiar, explica que, efectivamente, «va en contra del modelo antiguo, donde el sucesor se forjaba únicamente en su negocio y al final obtenía una visión sesgada de la realidad del mercado». Actualmente, algunas empresas familiares no sólo valoran sino que exigen a sus futuros líderes un nivel de formación y un determinado periodo de experiencia laboral. Para el profesor del IESE, Josep Tàpies, esto es positivo por dos razones: «Primero, por autoestima; sabe que fuera le han reconocido no por quien es sino por lo que ha hecho. Y, en segundo lugar, le da autoridad frente al equipo directivo que acabará liderando». Además, cree que ésta es una buena manera de evitar el síndrome del ADN. «Muchos empresarios creen que porque ellos han sido buenos, sus hijos van a serlo».

Pese a todo, los herederos no siempre están dispuestos a tomar el testigo. En estos casos, conviene huir de los dramas y recurrir a profesionales externos y, si la situación es insostenible, vender el negocio. «Antes de empresa, eres familia», apostilla desde la Fundación Nexia, Óscar Coduras. Esther Martín lo sabe y por eso afirma que «siempre respetará lo que decidan las futuras generaciones».

Hoy, sólo un 1% de las empresas familiares ha llegado a la cuarta generación. Tàpies le quita importancia al dato: «¿Quién ha dicho que las empresas deben durar? Cuando desaparece el motivo que las hizo posicionarse, desaparecen. Hablamos de sobrevivir un siglo y, curiosamente, en España son las familiares las que han aguantado mejor».