Paul De Villiers, director general de Amadeus España
«Desde pequeño lo tuve claro: quería hacer algo relacionado con las Matemáticas o con la Ingeniería, nada de bombero o policía». Los números eran el punto fuerte de Paul de Villiers (Johannesburgo, Sudáfrica, 1965) y, llegado el momento de elegir carrera, decidió estudiar Ingeniería Industrial en la Universidad de Stellenbosch. «Fui a un colegio inglés, uno de los primeros colegios mixtos [niños blancos y negros] de Sudáfrica; y después, a una universidad “afrikaans”». Ambos eran sus mundos y forjaron su carácter.
«Mi primer sueldo lo cobré trabajando en las minas». Una gran compañía sudafricana le contrató como becario para sus explotaciones de oro y platino. «Trabajábamos como asistentes de los ingenieros, a 600 metros bajo tierra. Era un poco angustioso: lo que se ve en una mina es la oscuridad total». A esa falta de luz había que sumar algunas tensiones raciales, en un ambiente extremadamente agobiante. «Cuando lo pasas mal, si has vivido experiencias duras, tu punto de referencia es distinto: te alivia».
Buscando su lugar en el mundo llega a España en 1988 con una beca muy diferente. «Acabé en Madrid, en lo que era Andersen». No hablaba ni una palabra de castellano, pero rápidamente se adaptó a un mundo que ya no abandonaría nunca. «Aquí me sentí muy arropado. Todos mis compañeros querían hablar conmigo para practicar su inglés», recuerda riendo. Dos años después cambia de consultoría, pero tampoco aquí encuentra su sitio. «Entrabas en una fábrica a las seis de la mañana y acababas a las siete o a las ocho de la tarde. Por la noche tenías que escribir los informes del día, todos a mano, hasta las dos de la madrugada…».
En 1992 encuentra lo que tan duramente ha estado buscando. «Entré en Amadeus. He tenido la suerte de pasar por muchísimas áreas, de abrir y desarrollar mercados…». «Empecé de analista de ingresos y, en 1995, pasé a responsable de mercados en el Este de Europa. Fue increíble: Rumanía, Bulgaria, Ucrania, Polonia… ¡Hasta Kazajstán! Fue muy divertido. En el año 2000 me añadieron Medio Oriente y África. Entonces Amadeus tenía un 13% del mercado y nuestro objetivo era doblarlo en dos o tres años. Abrimos un montón de mercados: Libia, Kuwait, Omán, una oficina en Teherán, Dubai, Abu Dhabi…». «Conocer el mundo árabe fue apasionante. Siempre he sido muy multicultural: tengo un carácter bastante abierto y me encanta conocer nuevas culturas».
En el año 2004, Paul de Villiers se convierte en director de mercados para Europa Occidental. «Las filiales de Amadeus en Francia, Alemania, España y Escandinavia no pertenecían por entero a Amadeus, sino a líneas aéreas en su mayoría. En 2003 y 2005, Amadeus las compró al 100% y me tocó la integración en el grupo». Un año después es nombrado director general de Amadeus España, un claro paso hacia delante en su carrera. «Una cosa es hablar español y otra muy diferente entender la cultura española». Hoy, desde luego, él la entiende con creces, «por eso me hago el sueco cuando me conviene», añade riendo.
Y tras un camino tan largo, ¿hay vida después de Amadeus? «Buena pregunta. Yo no es que me aburra, pero siempre me han gustado los desafíos y los nuevos retos», aunque rápido puntualiza: «Soy muy Amadeus, me encanta esta empresa y le soy muy fiel. Si diese ese paso, seguramente cambiaría de sector». De momento, ni se lo quiere plantear, inmerso como está en un novísimo proyecto que permitirá transformar la compañía que dirige: «Aquí había una estructura muy jerárquica que restaba agilidad. Este proyecto va a permitir que mucha gente florezca y muestre su capacidad».
De lunes a viernes
«Un buen jefe debería llegar a ser prescindible»
«Me gustan los “blue hearts” o “corazones azules”. Es gente muy Amadeus, que en cierta medida ha sido partícipe de la construcción de la empresa, de su crecimiento desde cero. Esta compañía es un proyecto que nace en 1987 y en apenas “veintipico” años ha logrado ser un líder global de verdad, además de muchísimo éxito». «Me gusta la gente que trabaja en equipo, la gente que toma la iniciativa, las personas creativas que cuidan la motivación de los suyos, los que dan paso a sus equipos, dejándoles espacio. Me revienta la gente individualista, la que se pone la chapita de trabajos que han hecho otras personas. A mí me lo hicieron hace unos años y prometí que nunca lo haría, que no me atribuiría el trabajo de otro».
Para el director general de Amadeus España, «un buen jefe tiene que ser exigente. Además, debe dar espacio a su gente, dejarles aire, pero también echarles un capote cuando se equivoquen». «Una vez me dijeron que si te haces imprescindible, no te pueden promocionar. Estoy de acuerdo. Un buen jefe debería llegar a una posición que le permitiera ser prescindible».
En una carrera tan internacional, De Villiers ha trabajado con personas de todo el mundo. «Los que más me impresionaron fueron los iraníes. Son grandísimos negociadores». También disfrutó mucho en Europa del Este. «Son muy ingeniosos, con un gran afán de superación». Y de los españoles, ¿qué le ha llamado más la atención? «Su gran capacidad de improvisación. Son creativos y geniales».
Muy personal
«Me encanta cocinar platos sudafricanos»
«Jugar al golf me permite disfrutar de tiempo libre de calidad con amigos y con personas que no conozco. El golf es un “igualador” de personas. En un campo todos somos iguales: da igual quién seas, desde el presidente al último empleado». «También me encanta cocinar platos sudafricanos para mi mujer».
«Admiro a Mandela, por liderar una difícil transición pacífica, y a José Antonio Tazón, nuestro presidente hasta hace un año, por su liderazgo, sus valores, su integridad y visión».
Y una última pregunta: a usted que ha recorrido el mundo, ¿dónde le encontraremos cuando se pierda? «En Sudáfrica, en la zona de Ciudad del Cabo».