Óscar Sánchez González, director general de Kyocera España
«Durante muchos años quise ser periodista, pero me dio un ataque de pragmatismo y decidí estudiar Derecho. Ése es un gusanillo que siempre tendré, aunque hoy, evidentemente, ya es un poco tarde». Óscar Sánchez (Madrid, 1969) sonríe recordando como dejó de lado un sueño para iniciar una carrera profesional tan intensa como veloz. «No tenía una vocación arraigada para ejercer la abogacía, pero pensaba que la carrera me podía dar una base muy sólida». De su paso por la Universidad Complutense guarda recuerdos poco nítidos: «Éramos 380 personas por clase y quizá no viví el ambiente universitario plenamente sino como una estación de paso».
«Estando en cuarto me salió la oportunidad de trabajar durante seis meses en una compañía japonesa en Nueva York. Fue muy interesante porque pasé prácticamente por todos los departamentos: desde el de control, hasta el almacén». No fue éste su único encuentro con la suerte. «Soy una persona tremendamente afortunada y siempre he sabido estar en el sitio adecuado, en el momento adecuado. Yo salía con una chica cuyo padrastro era un abogado americano. En unas vacaciones de verano me ofreció trabajar en su despacho en San Antonio (Texas). Recién terminada la carrera, sin una perspectiva profesional clara, era para mí una oportunidad fantástica». Lo que para otros hubiera sido aburrido, a él le apasionó. «El derecho americano está muy basado en investigaciones de jurisprudencia: muchísimas horas de biblioteca analizando casos. Fue un desafío personal importante; salir de tu entorno habitual, ir a un sitio desconocido, con unas condiciones económicas no muy buenas. Después de un año y medio me ofrecieron quedarme», todo un triunfo en un mundo tan competitivo, que sin embargo él rechazó. «Estados Unidos te aporta mucho desde una perspectiva empresarial, pero no es una sociedad en la que me hubiese gustado vivir ni tener familia».
Al volver a España, Óscar Sánchez decide cambiar de aires y cursar un máster internacional de dirección en el Instituto de Empresa. «Los últimos seis meses los terminé en California. Durante el programa estuve de becario en IBM. Trabajábamos en el lanzamiento europeo de un “software” que era competencia de Lotus». El proyecto se vino abajo cuando IBM compra a su competidor. Así llega a Mita, una pequeña empresa japonesa, «con unos recursos muy diferentes, pero que me brindaba la oportunidad de hacer cosas un poquito más arriesgadas».
Desde ese momento, toda su carrera ha estado cosida a puntadas con la historia de esta firma; Mita suspende pagos en el 98, «sufre un proceso de integración del 98 a 2002». Este año, él asume la dirección general de la compañía, y lleva a cabo la unión en España de las dos compañías, Kyocera y Mita, todo un reto para un treintañero lleno de empuje. «Siempre he tenido suerte y me ha tocado ser “el más joven de…”. Llámalo revulsivo o llámalo como quieras. Pensaba que si me daban esa responsabilidad era porque querían a alguien que hiciese algo diferente». Y desde luego, lo ha hecho. «He tomado decisiones muy arriesgadas siendo muy joven y me han salido muy bien». Una afirmación respaldada por la cuenta de resultados. «Hemos tenido siete años consecutivos de crecimiento por encima de los dos dígitos», explica sin rastro alguno de vanidad. «Me preguntaba: “Y cuando esta buena racha acabe, ¿qué va a ocurrir?”. Hoy su empresa ha capeado el temporal: «Hemos salido adelante sin reestructuración de personal y seguimos creciendo, con las mismas expectativas».
Hablando de trabajo
«Me gusta la gente que es combustible espontáneo»
«Una mañana me encontré que me daban la dirección general de esta compañía, sin esperarlo. Cada dos o tres años las circunstancias de tu alrededor cambian tanto que hacer planes a largo plazo resulta muy complicado. Lo que tengo claro es que cada mañana me levanto con las mismas ganas de salir adelante». «El día que te levantes y no afrontes lo que te queda por delante con ilusión, habrá llegado el momento de cambiar de proyecto».
«Hace años publicamos un anuncio en el que buscábamos personas con sentido del humor. A muchos les sorprendió. Me gusta la gente que es combustible espontáneamente. Si constantemente tienes que poner fuego para que echen a arder…».
¿Y cómo es trabajar con japoneses? «Son admirables por su disciplina, por lo respetuosos que son y por el valor que le dan a la cultura, a los valores. Les cuesta confiar en los occidentales, pero una vez que lo hacen, confían plenamente. Hemos aprendido a conocernos. Reconocen que soy muy apasionado y a veces no entienden que seamos tan efervescentes».
Muy personal
«La vida me ha enseñado a esperar lo inesperado»
«El tiempo libre lo dedica a su familia y a algo más: «Golf», afirma sonriendo. «Llevo tres años y me apasiona. A mis hijos ya les he apuntado a clases, no porque quiera que tengan el mismo «hobby» que su padre, sino porque al final son cinco horas juntos en el campo».
«La vida me ha enseñado a esperar lo inesperado. De repente sales con una chica y terminas en Estados Unidos, en un despacho de abogados y, de repente, te sale un trabajo en una empresa pequeñita y, de repente, te nombran director general y, de repente, tienes hijos y descubres la paternidad».