Las cosas suceden, de una manera u otra.

A veces nos encontramos por azar con alguna cosa que nos llama la atención. La observamos, la analizamos y si le perdemos el miedo, primero la cogemos, para luego terminar usándola como si de algo que siempre ha sido nuestro, se tratara.

Con las redes sociales pasa un poco lo mismo. Estos tres últimos días he estado impartiendo un curso de redes sociales in-company a una empresa de Valencia. Seis han sido las personas interesadas en recibirlo. Seis del mismo grupo de empresas. Todos ellos jóvenes pero sobradamente preparados. Expertos en cada una de sus áreas de acometida. Y todos ellos convencidos de que es necesario ampliar conocimientos y actualizar los existentes para afrontar los retos del mañana.

A raíz de mis diferentes comentarios sobre el tema en mis redes sociales, sobre todo de Twitter, me he encontrado con comentarios de algunas personas interesadas en conocer hasta qué punto es conveniente hacer un curso de estas características, pero sobre todo, qué tipo de conocimientos se adquieren.

De hecho, durante una de las jornadas del mismo, uno de los alumnos que trabaja en el departamento de marketing, se interesaba por conocer la forma en que los contenidos deben de ser utilizados en las redes sociales. Sobre todo, porque lo que les interesa a las empresas es la venta –su fin último- y lógicamente, hacia ello han de dirigir sus intenciones.

Siempre he defendido que las redes sociales son comunidades en las que las personas se relacionan con las personas. Las empresas pasan a un segundo plano. O en todo caso, deben de asumir la pérdida de su papel como empresa, y asumir un nuevo rol de acompañamiento de sus seguidores.

Para ello, es vital que lo que se diga y se haga en las redes sociales genere opinión. Pero sobre todo corriente de opinión.

Cuando en nuestro caso pretendemos darnos a conocer como profesionales más o menos cualificados, que tratamos de dar a conocer nuestros parabienes técnicos, hemos de hacer algo similar.

Aunque suene extraño, debemos asumir que nuestro currículo es un producto que tenemos que colocar en el mercado. Hemos de asumir que de lo que queremos hablar no es de nuestra experiencia, de nuestros conocimientos o de lo maravillosos que somos haciendo esto o aquello. No. Hemos de ponernos en el caso de qué haríamos para vender una manzana a un propietario de un huerto de manzanas (tela marinera con el reto). Éste es un ejercicio que suele proponerse en algunas dinámicas de grupo de cursos de publicidad para ver la capacidad de reacción, de creatividad y de imaginación que tienen los participantes.

Así que, hay que pensar muy bien cómo vamos a hacerlo. Y de igual manera hemos de pensar para colocar nuestro currículo.

Con las redes sociales es un poco más sencillo sabiendo manejar dos conceptos que, aunque suenen raros, son bastante simples de comprender.

La viralización viene a ser el ejercicio de extender el ámbito de influencia o de interés de nuestro currículo mediante acciones indirectas. Sería parecido a lo que hace un virus cuando infecta un sistema (al cuerpo humano o a un ordenador). Se trata, ni más ni menos, de no hablar directamente de él, ni de que estemos ante una búsqueda activa de empleo (todo el tiempo). Y para ello, hablemos de lo que hemos hecho en nuestros puestos de trabajo antiguos, y usemos palabras clave precisas y relacionadas con nuestro objetivo.

Para un trabajador cualificado

Por ejemplo, un operario de una cadena de montaje, que a lo largo de 25 años sólo (o principalmente) ha desarrollado ese tipo de actividad, tiene una experiencia colosal pero única en cuanto a especificidad. Si además ha manejado algún tipo de maquinaria, en Twitter debiera de escribir algo similar a reflexiones del tipo “La protección en el uso de maquinaria es vital para el trabajador #prl #empleo #buenaspracticas” y un enlace a una página web donde se encuentre su currículo. En esa frase, si no me equivoco, hay 95 caracteres con espacios, más los 25 (26 con el espacio) de la dirección del currículo, no superan los 140 que Twitter permite.

Y continuar en esa línea, siempre hablando de su experiencia, pero sin mencionar que la busca. No todo el tiempo al menos. Con eso lo que consigue es labrarse una reputación en esa red, primero, porque se sobre entiende del mismo que quien lo ha escrito respeta ante todo la seguridad en el trabajo y respeta a la empresa. Y, segundo, su mensaje, cargado de toda la razón del mundo, será tenido en cuenta y retuiteado por empresas de recursos humanos, leído con atención por todos.

Observad que las etiquetas se han marcado en #buenaspracticas  #prl (prevención de riesgos laborales) y #empleo. Con lo que además estoy  favoreciendo que se me asocie con estos elementos. En definitiva, quien lea este currículo lo asociará al trabajador que sabe lo que es la prevención laboral y que la pone en práctica.

Para un profesional cualificado

En el caso de una periodista con más de 15 años de experiencia en el campo de la edición de contenidos diarios, en la sección local de cualquier medio escrito, que ahora busque trabajo, no es muy diferente la cosa. Cuenta con la habilidad de poder sintetizar el lenguaje, y de utilizarlo a su conveniencia. Eso es una ventaja. Entiendo que durante todo este tiempo debe de contar con un amplio abanico de relaciones profesionales que le pueden abrir muchas puertas. Aunque ahora le cueste hacerlo para encontrar una nueva oportunidad.

En su caso (se me ocurre a bote pronto) podría utilizar algo así como “Lo más importante de la #comunicación no es lo que escribes sino para quién lo haces. #empleo” y nuestra url a nuestro perfil en LinkedIn. Tenemos 93 espacios más los 26 del enlace. De sobra para lo que necesita Twitter.

Con ese mensaje dejamos claro que sabes de lo que hablas, que tu campo es la comunicación, que conoces y diferencias perfiles… y que buscas empleo. Y de igual modo, sirves de referencia a quien te lea, se te reconoce como alguien que sabe de lo que habla, y cuando accedan a tu currículo completarán la información con la que aportes en el perfil de LinkedIn o de tu cuenta de Infoempleo.

En cualquiera de los dos casos, la intencionalidad es clara. No engañamos a nadie. Aunque tampoco decimos toda la verdad. Somos veraces. Consecuentes con lo que decimos, y cuando se lee lo que hay en el enlace, se descubre la intencionalidad.

Lo ideal no es abusar de este tipo de mecánicas. Pero sí que es aconsejable utilizarlas de cuando en cuando, incluyendo en ellas nuestro currículo profesional. En resto de las veces (la mayoría de ellas) debiéramos de hacer lo mismo, y hablar de lo mismo, pero sin que se redirija a dicho documento. Únicamente, escribir para dirigirnos a una audiencia que nos espera expectante.

Eso, sí, incluir en el perfil de nuestra red social un enlace a ese sitio web en el que alojamos el currículum.

Siempre digo que, en líneas generales, nuestro perfil tiene que asumir el papel de la personalidad online que queremos tener. Y esa no tiene que ser en ningún caso (eso creo yo) la de una persona que busca empleo, sino la de un profesional cualificado que está a la espera de incorporarse, y que, mientras tanto, ilustra al resto de la audiencia con sus conocimientos. Por muy escasos, vagos y generales que sean.

Nadie es menos por tener un empleo de menor reputación que el resto. Todos somos útiles a la sociedad en la medida en que se requiere de nuestro esfuerzo para desempeñar un trabajo. Las calles no estarían limpias sin la anónima labor de los barrenderos que despiertan al sol a escobazos. Y la mayoría de nosotros no podría disfrutar de un coche sin la monótona tarea que realizan quienes van a tres turnos de siete horas.

Cada uno tiene su sitio. Y todos, su momento.

Las redes sociales pueden servirnos para ganarnos un trocito de cielo. Aunque éste sea virtual (Twitter es azul y tiene sus nubes).

@AntonioVChanal
Coach y Formador