Si aceptas la definición de la retórica como esa disciplina que tiene como objetivo formar a quien lo necesite en las artes de la comunicación y la persuasión, apreciarás notablemente que domine este conocimiento quienes ocupen cargos directivos. Las bases de este saber, así como el esquema que divide el discurso, ya las establecieron Aristóteles, Cicerón y Quintiliano. Dominar este arte facilitará la comunicación con la plantilla. ¡Es sencillo si sabes cómo!
Dominar el arte de comunicar
Mostrar una adecuada capacitación comunicativa es clave en cualquier ámbito laboral, pero especialmente útil entre los cargos directivos. Mucho se ha discutido sobre si ese don es natural o se puede aprender. Ya la retórica griega clásica defendía que, aun siendo deseable haber nacido con esas dotes, siempre se podía aprender y mejorar con el ejercicio. O en palabras de Quintiliano, será un buen directivo quien combine “la aptitud natural, la enseñanza adquirida y el entrenamiento esforzado”.
En el desarrollo de la estrategia de la organización, se espera de la alta dirección que domine actividades comunicativas en las que la información sea el ámbito principal de intervención. Dirigida horizontalmente al resto de cargos o bien de cara al cliente o en lo que se refiere a la plantilla.
Aprovecha las partes del discurso
De ahí que Aristóteles descompusiera el arte de la Retórica en correspondencia con las tres partes del discurso: “el que habla, sobre lo que habla y a quién”. Para dominar la comunicación tienes que tener claro el “asunto”, el “tiempo”, los “fines” y el “tipo de participación del auditorio”.
Sin embargo, quien pretenda persuadir y convencer necesita apelar al pathos, es decir, conectar con quien le escucha por la vía de la emoción. Por eso, un líder empresarial busca esta unión de todos los empleados para cooperar motivados en la consecución de objetivos. Dicho en términos retóricos: compartir el telos, el propósito.
El arte de la retórica no se limita a producir discurso. Uno de los elementos fundamentales es la escucha para saber el momento adecuado para intervenir y lo que decir. O lo que es lo mismo, el kairós: la oportunidad estratégica para promover un encuentro con la plantilla y lograr, a su vez, no perder su confianza. Un recurso eficaz es mostrarse disponible insistiendo en frases como “los manager estamos a vuestra disposición, nuestra labor es ayudar y contribuir a que todos vayamos a una”.
Retórica para persuadir
En la labor del orador, el directivo debe cumplir tres funciones. Con Cicerón estas serían: “probar, en aras de la necesidad; agradar, en aras de la belleza; y convencer, en aras de la victoria, esto último es, en efecto, lo que más importancia de todo tiene para conseguir la victoria”.
Por último, cabe señalar que para los clásicos no era posible comunicar un plan estratégico, por ejemplo, si quien lo emitía no era una persona honrada. Es decir, tras la elaboración y pronunciación del discurso, debía estar la ética que lo fundamentaba y le daba potencia persuasiva. En este sentido, se ha definido al cargo directivo como un “líder que genera motivación”, no solo a través de sus palabras, sino con sus acciones.