A medida que un profesional asciende en su carrera, los conocimientos técnicos pierden importancia y el éxito de su desempeño empieza a depender de esas habilidades o competencias, mucho más entroncadas con las emociones, en las que nunca fue educado. Entre esas habilidades ocupa un lugar preeminente la comunicación. Los españoles, sin embargo, abrumados por un exagerado sentido del ridículo y nada entrenados en el dominio de la oratoria, no destacamos precisamente en los foros internacionales por el don de la palabra. Y hasta nuestros científicos reconocen que, frente al poder de persuasión de otros colegas extranjeros, la comunicación todavía les juega malas pasadas en los congresos. «En un país donde se improvisa mucho y se entrena poco, sólo nos acordamos de la comunicación para echarle la culpa de las cosas. Por ejemplo, tras un fracaso electoral, los partidos siempre dicen que no han sabido hacer llegar su mensaje a la gente», afirma el periodista Manuel Campo Vidal, director del Instituto de Comunicación Empresarial.

Autor del libro ‘¿Por qué los españoles comunicamos tan mal?’ (Plaza & Janés), Campo Vidal, como el resto de los expertos en el tema, sostiene que nuestro retraimiento procede de la niñez, y culpa de él a un sistema educativo que se ha centrado en el ‘qué quiero decir’ y ha pasado por alto el ‘cómo decirlo’. «Aquí hemos creado un sistema educativo donde la comunicación es oral cuando va del profesor al alumno y escrita cuando va de éste a aquél».

Fondo y forma

Mercedes Alegre, que ha trabajado 14 años como actriz en compañías profesionales, ahora ayuda a los ejecutivos a desenvolverse con soltura frente a un auditorio en la consultora Másclaro, donde todas las acciones van dirigidas a no separar fondo y forma. «La forma y el fondo son indisociables. Se trata de que, cuando uno comunique, seleccione bien su mensaje a través de una forma que potencie y ayude a sus palabras. Hay un poema de Pedro Salinas que viene a decir “lo que eres me distrae de lo que dices”. Si lo que haces no va en consonancia con lo que cuentas, nunca vas a sacar nada en claro, y ésa es la clave», explica Alegre, cuyas sesiones de ayuda a altos cargos, como presidentes de multinacionales, se suelen prolongar seis meses a razón de una vez a la semana, «porque ellos no tienen tiempo de practicar». «En su caso, además de hacer ejercicios de respiración y voz, también trabajamos discursos históricos, de Churchill, por ejemplo, para volver después a los suyos», cuenta la socia de Másclaro, cuyo principal propósito es ayudar a sus alumnos a conocerse. «Estamos en contra de los cursos que enseñan a hablar y a moverse de una manera determinada».

Mónica Pérez de las Heras, periodista, comparte este mismo propósito, pero se apoya en las técnicas de inteligencia emocional y programación neurolingüística (PNL) para enseñar a colectivos tan dispares como los enfermeros y los políticos. «En primer lugar, tenemos que conocernos para saber transmitir lo que llevamos dentro. La inteligencia emocional es una especie de manual de instrucciones que nos indica cómo gestionamos nuestras emociones —el sentido de culpa, el amor…—. La PNL, sin embargo, es un manual sobre cómo nos debemos relacionar con los otros para comprenderlos mejor; se dice que cada persona tiene un mapa para un mismo territorio. Además, la PNL ayuda a afrontar la ansiedad, el miedo a hablar en público gracias a herramientas como los anclajes, con las cuales en poco tiempo se puede avanzar mucho».

En el Instituto de Comunicación Empresarial siempre empiezan por una auditoría para detectar las necesidades del grupo o del alumno. En este sentido, no están excluidas las visitas al logopeda. ¿Y se puede hacer un Demóstenes de un tímido enfermizo? Manuel Campo Vidal, cuyo orador ideal sería aquél que sabe transmitir con eficacia un mensaje y consigue que el auditorio le entienda, se compromete a hacer un «razonable comunicador» de alguien que, en principio, no parecía dotado.

Felipe González

El presidente de la Academia de las Ciencias y las Artes de la Televisión cree, con Gabriel García Márquez, que «el mundo se divide entre los que saben contar historias y los que no». Dentro del primer grupo, Campo Vidal destaca a Felipe González y Adolfo Suárez en el ámbito político y al ex presidente de ONO, Eugenio Galdón, en el empresarial. «También me gusta cómo estructura sus conferencias Julio Linares, consejero delegado de Telefónica, y cómo prepara el power point Francisco Román, presidente de Vodafone España», detalla el periodista, que no se olvida del entrenador Pep Guardiola, cuya frase «Ya sois los mejores, pero si ganáis seréis eternos» está llamada a encabezar no pocas conferencias. «Es una excepción extraordinaria en el mundo del deporte. Creo que fue la revelación comunicativa del año pasado en España».

Mercedes Alegre, por su parte, incentiva la reflexión entre sus alumnos con preguntas como ésta: «¿Acaso no resultaría aburridísimo el Papa de no ser él? Pues lo mismo pasa con el jefe. Los demás te escuchan porque eres su jefe, pero eso no quiere decir que no hagan un esfuerzo por seguir tu discurso o que no desconecten».

JesusFerrero.Comunicacion