Enrique Sánchez

Enrique Sánchez, presidente de Adecco España y Latinoamérica

El 1 de septiembre de 1993, Enrique Sánchez (Sevilla, 1967) entra a trabajar en prácticas como comercial en Ecco, una incipiente empresa de trabajo temporal (ETT). Diez años después, este profesional se convierte en director general de Adecco, fusión de Adia y Ecco, «pero no sólo para España, sino también para Latinoamérica, Centroeuropa y Países del Este». Pero, ¿cómo llega este niño que quería ser tenista a la cúspide de las intermediaciones laborales en tan poco tiempo? «Cuando cumplí 17 años arrinconé mis sueños porque vi que no iba a poder ganarme la vida con el deporte».

Acabado COU, decide seguir los pasos de su padre y se matricula en la Escuela de Ingenieros de Minas, «pero era un coñazo y, rápidamente, me di cuenta de que ni me gustaba». Tres meses sabáticos recondujeron sus pasos. «Una noche salí a cenar con una ex compañera del instituto que había empezado Psicología en la Universidad Complutense. Me contó cosas sobre la carrera, sobre sus asignaturas, las charlas que le habían dado… Decidí matricularme». «Cuando tuve que especializarme cogí la rama Industrial, donde se profundizaba en cómo sacar lo mejor de las personas, en la forma de organizar el trabajo en equipo…». En quinto curso comienza su camino trabajando en una empresa del sector. «No era mi primera experiencia laboral. Desde los 17 años había dado clases de tenis, Matemáticas y Física. También fui a la vendimia con 19 años», recuerda con una gran sonrisa. «Fue durísimo. Una especie de timo de la estampita: “Tiene usted que recoger tantos kilos de uvas”, pero no era posible».

De sus primeros pasos en el universo del trabajo temporal guarda buenos recuerdos. «Rápidamente me metí en el mundo del trabajo real». Sin embargo, su sector todavía no era bien entendido: «Inicialmente no se comprendía su utilidad para el sistema, para las empresas y para los trabajadores. Se dijeron barbaridades como que nos quedábamos con su sueldo», recuerda dolido. Una ley de 1994 vino a poner orden. «Yo me considero afortunado porque, al final, tú te ves envuelto en un contexto: vas dentro de una pelota que va rodando. Esa pelota era una empresa líder, Adecco, dentro de un sector en crecimiento».

Su siguiente paso le catapultó a lo más alto. La oportunidad estaba delante de él: de una céntrica oficina madrileña, a una nueva, a 70 kilómetros. «La suerte estaba allí lejos pero había que cogerla». Una frase que resume 140 kilómetros diarios y mucho trabajo y esfuerzo. «Alguna noches dormí en la oficina porque no me daba la vida», explica entre risas. «Tenía que sacar facturas, nóminas. El administrativo me había dejado y… ¡Tenía un taco!». Por si fuera poco, la regulación del sector marcó un antes y un después en su compañía. «Comenzamos a abrir delegaciones por toda España y a mí me tocó el norte. Di un salto que me puso en la dirección de la empresa». «Aquí estábamos haciendo las cosas bien y los directivos fueron ocupando posiciones internacionales dentro de la organización». Así, en el año 2001, él llega, raudo, a la cúspide. «Me hicieron director general y para mí fue un poco mágico porque todo había sido muy rápido: cada día recordaba que cuando entré, el director general me parecía algo así como Dios». Allí estaba él, gestionando lo aprendido e improvisando al mismo tiempo. «No soy un ejecutivo “híperprocedimentado”. Yo no tengo el decálogo de lo que hay que hacer en cada momento, pero sí la experiencia y la voluntad de asumir la responsabilidad, y quizás lo más importante: sentido común». «Aunque generalizar es injusto, los directivos españoles tenemos un punto de naturalidad a la hora de ver las cosas, que se complementa con determinación a la hora de abordarlas. Yo creo que la velocidad y la determinación son esenciales para gestionar una empresa». Analizando su carrera es obvio que ambas le sobran.

Motivación

«¿Qué es lo que vamos a hacer mañana?»
«Hay directivos que trabajan muy bien los análisis, los “reporting”, los estudios de mercado. Se llenan de papeles y papeles. Eso está muy bien, pero ¿qué es lo que vamos a hacer mañana?». Lejos del estereotipo de ejecutivo agresivo, el presidente de Adecco se muestra vital y veloz. «Creo que el trabajo, como la vida, está para entregarse, pero ha de compensarte. Si estás motivado, esfuérzate; pero si te deja de motivar, deja sitio a los demás para hacerlo», explica con naturalidad. «Aun reconociendo que la motivación está condicionada por diversos factores, depende de cada uno de nosotros. La motivación es un generador interno que activamos cada mañana y que nos pone a trabajar con pasión».

Responsabilidad

«Tengo motivos para ser agradecido»
Un buen día decidió que debía centrarse más en su labor en España. Pese a la dificultad, supo poner freno. «Ahora voy a volver a ocuparme de Latinoamérica. Hay que ser agradecido y yo tengo muchos motivos para serlo, así que si la empresa necesita que retome esas responsabilidades, tendré que hacerlo, aunque trataré de tomarlo con más calma. Veremos…».

Creatividad

«Hay que saber reinventar la empresa»
«Me gustan los líderes conciliadores, que convencen, que ilusionan, que seducen; pero, ojo con la seducción. Las mayores tragedias de la Humanidad han venido de la mano de líderes carismáticos y seductores». «Debemos tener en cuenta “los influenciables”. En los problemas hay que dejar de lado lo que se nos escapa, olvidarnos de ello y centrarnos en lo que sí podemos hacer».

«Me encanta el deporte: voy a correr la maratón de Nueva York»

«Un directivo por encima de todo es una persona y tiene su vida, sus rollos». «Lo que más me importa son mis hijos, de 13, 11 y 5 años. Me gustaría que fueran felices, responsables, majos y que puedan dedicarse a lo que quieran. También me gustaría que las personas a las que quiero supieran siempre que las quiero. Tengo pocos amigos, pero los quiero mucho». ¿Y a qué dedica su tiempo cuando no trabaja? «Hago bastante deporte: ahora me voy a correr la maratón de Nueva York… Me encantan los coches y también pasar tiempo con mis amigos. También me gusta muchísimo la naturaleza: no me defiendo bien en la ciudad. No aguanto los atascos, me estreso en una casa con ruidos…».