Eduardo Serra Rexach, político y empresario

Público o privado. No hay palo del mercado laboral con el que no se haya atrevido Eduardo Serra Rexach (Madrid, 1946). Ha trabajado a las órdenes de cuatro de los cinco presidentes de la historia de nuestra Democracia y, aunque ha ocupado importantes cargos en los ministerios de Industria y Defensa de los últimos treinta años, nunca ha dejado de lado el mundo de la empresa, donde empezó, o el tercer sector, que le apasiona. Aquí, su currículum tampoco se queda corto: presidente de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción, de la Fundación del Instituto de Cuestiones Internacionales y Política Exterior, del Real Instituto Elcano de Estudios Internacionales y Estratégicos, y del Patronato del Museo del Prado. Hoy es la cabeza de la Fundación Everis.

–¿Cuál fue su primera actividad laboral remunerada?
–En Río Tinto — Patiño. Me había presentado a las oposiciones para abogado del Estado, y como las había suspendido, decidí ponerme a trabajar hasta que saliera una nueva convocatoria. 

–Un trabajo provisional…
–Sí. Me pagaban poco, pero me dejaban estudiar cuando no tenía trabajo. Unos meses después, salieron las oposiciones y esta vez sí que ingresé [con el número uno] en el Cuerpo de Abogados del Estado. Mi primer destino fue Guadalajara… 

–Un nuevo comienzo. ¿Qué rasgos destacaría entre un primer empleo, privado, y otro, público?
–En el primero, la falta de comunicación interna. Era una muy buena empresa pero un departamento no sabía qué hacía el otro. Por el contrario, lo que más me sorprendió del sector público fue la rigidez en la transferencia de información. Había fórmulas rituales para dirigirse al juez, a la administración… Esto hacía muy lenta cualquier acción, aunque era la única forma de evitar la posibilidad de un recurso.

–Tres años después le llama Adolfo Suárez para formar parte del Ministerio de Industria. ¿Un reto?
–Ser jefe de Gabinete sin haber cumplido los treinta es más bien una sorpresa.

–Pues no lo debió hacer mal porque repitió como subsecretario y secretario de Defensa en dos legislaturas diferentes…
–Aprendes mucho, Alberto Oliart [ministro de Industria y luego de Defensa], Narcís Serra [Ministro de Defensa], José Miguel de la Rita [presidente del INI], Alberto Díaz… eran magníficos. Me dieron toda su confianza y con ellos aprendí lo buenísimo que era el trabajo en equipo. España «no tiene petróleo» pero sí que hubiéramos perdido mucho de haber trabajado de modo aislado. Nada de lo que hemos conseguido a lo largo de estos años hubiera sido posible sin la «cross fertilization» [fertilización cruzada], que dicen los ingleses. Es decir, el intercambio, el equipo. 

–Y luego fue el máximo responsable de, entre otros, del Ministerio Defensa. ¿Aprovechó para corregir aquellos «rituales» que veía cuando empezaba a trabajar?
–En gabinetes es otra cosa, hay menos plazos y más recursos. También es cierto que Defensa era muy especial dentro del sector público. Lo mismo ocurría con el Museo del Prado, donde tuve la oportunidad de elaborar la Ley del Prado de 2003 para que sus actuaciones fueran mucho más eficientes.

–Y después de todos los logros, ¿qué le queda por hacer?
–Mucho, sobre todo en el tercer sector, aunque independientemente de donde sea, creo que lo más importante es convencer a la gente de que persigan sus objetivos, como ahora lo es superar la crisis, y que es necesario hacer sacrificios para obtener un beneficio.

–¿Extiende ese consejo para aquellos que quieran seguir sus pasos?
—Que hagan lo que les guste. Eso sí, que se esfuercen, algo a lo que cada vez se da menos importancia socialmente. También les diría que cuando tiren una valla se levanten e intenten saltar otra.