Juan Ángel Narváez, director general de la Cámara Internacional de Empresarios de Barcelona.

En la Cámara Internacional de Empresarios de Barcelona (CIE Barcelona) hemos notado un ligero ascenso proporcional de nuevos empresarios procedente de otros países, principalmente de Europa y Latinoamérica. Son personas afincadas en España desde hace 5, 10 años o más, muchas de ellas con familias creadas y establecidas aquí. Alemanes, franceses, británicos, venezolanos, colombianos y argentinos son las nacionalidades más proclives a crear y mantener empresas.

En los programas de Formación para el Emprendimiento de CIE Barcelona notamos actitudes y formas de ver el proyecto empresarial de una manera distinta respecto de los emprendedores propios de España. Notamos un arrojo especial, generado por aspectos como no contar con el apoyo familiar o de amigos de toda la vida. Ante el cierre del crédito, el empresario español recurre a su familia, «hacen piña», como se dice, algo con lo que no cuenta el emprendedor que llega, que lo obliga a recorrer un camino mucho más largo, a buscar más recursos, a ser más metódico y a rentabilizar más y mejor sus contactos y relaciones.

Aunque la crisis está mostrando que «crear empresa» es una opción  profesional clara –y ya casi obligatoria–, por contra vemos que en el emprendedor español sigue estando muy marcada la cultura del «empleo para toda la vida» que su generación anterior le inculca. Muchos padres de emprendedores de entre 25 y 45 años continúan deseando que su hijo deje esa idea loca de trabajar por su cuenta, que ojalá encuentre un empleo, una hipoteca y una vejez tranquila. Un discurso permanente, contundente y claro que, aunque no lo quiera, hace eco en la actitud del que quiere romper con la tradición.

La decisión de hacer la maleta y cortar de un tajo con todo un entorno de confort para comenzar de cero en otro país es ya en sí misma una empresa. Guardando las proporciones y separando la parte romántica de la opción de emigrar, el que viaja tiene un plan, unos recursos normalmente muy limitados,  un plan de ventas personal, unos plazos y unos objetivos que cumplir y un principal cliente: él mismo. Como se puede ver son elementos propios de una empresa, que le dan un bagaje intrínseco especial que con el tiempo lo va sacando y poniendo en práctica. El miedo al fracaso, el volver a empezar, la adaptación al cambio, nuevas reglas de juego comercial son ejercicios del  emprendimiento que el que llega los viene practicando desde antes de llegar. La crisis, por tanto, se asume de otra manera: es una de las tantas aguas más a las que se está acostumbrado a navegar.

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