A corto plazo, la alta dirección española no espera cambios en el rumbo de la economía. Más pesimistas que los presidentes y consejeros delegados de otros países, la mayoría tiene escasa confianza en sus posibilidades de crecimiento para 2009. Sin embargo, su pesimismo se diluye cuando el horizonte de futuro se amplía a los próximos tres años. En este caso sus expectativas de recuperación superan ligeramente la media global.

Estos y otros datos, que sacan a la luz las opiniones de la alta dirección española sobre la actual situación económica, proceden de una encuesta elaborada por PricewaterhouseCoopers a partir de 87 entrevistas a presidentes y consejeros delegados de grandes empresas españolas como Abengoa, AENA, Banco Sabadell, Bankinter, Campofrío, Cepsa, Ebro Puleva, Gas Natural, Grupo SOS, Metro de Madrid, Mutua Madrileña, NH Hoteles, Once y Unión Fenosa.

La encuesta, que lleva por título ‘Redefinir el éxito. Gestionar el éxito desde la incertidumbre’, se detiene en todo tipo de valoraciones, desde la opinión que les merece la actuación del Gobierno a sus recetas para mejorar la productividad, pasando por sus medidas para la retención del talento y sin olvidarse de la incidencia de sus actuaciones en el cambio climático.

Al Gobierno los primeros ejecutivos españoles le dan un tirón de orejas porque consideran que sus esfuerzos son insuficientes a la hora de aligerar la carga normativa que soportan las empresas o de fomentar una mano de obra cualificada.

Los encuestados también identifican las que, a su juicio, son las principales causas de merma de productividad. La mitad culpa a «una insuficiente inversión en I+D y en innovación de procesos», aunque una legislación y un entorno laboral rígido también están en el punto de mira de muchos. Por el contrario, no creen que la organización de los tiempos de trabajo, las altas tasas de temporalidad o la elevada inmigración sean determinantes en el nivel de productividad, que, por otro lado, intentan elevar luchando contra el absentismo, con la introducción de nuevos componentes tecnológicos y sistemas de información y la puesta en marcha de programas de atracción y retención del talento.

Dado que sus expectativas no son halagüeñas -el 35% reconoce que piensa reducir plantilla a lo largo de este año-, su estrategia en el corto plazo pasa por la prudencia en las inversiones, la cautela en el uso del capital, mantener la liquidez y ahorrar costes. A largo plazo consideran que su éxito dependerá de ofrecer al cliente un servicio de alta calidad, de su flexibilidad para adaptarse a los cambios y de la solidez de la marca y la reputación corporativa.

En este contexto, la alta dirección española se muestra más preocupada por la retención del talento que por la búsqueda de nuevos profesionales. La recolocación o rotación de los empleados clave dentro de la organización y la creación de un entorno de trabajo más flexible son sus principales políticas.

El informe también se detiene en la información, cuantitativa y cualitativa, que reciben los directivos. En este sentido, presidentes y consejeros delegados no demandan cantidad, sino más calidad, es decir, una información útil que permita anticipar las tendencias de futuro. El 78% de los encuestados hace hincapié en la creciente influencia de clientes y consumidores en sus decisiones empresariales durante los últimos tres años.

Por último, cabe destacar la enorme importancia que los altos ejecutivos conceden al gobierno corporativo. En este capítulo, sus prioridades se centran en las medidas encaminadas a incrementar el grado de transparencia en el ‘reporting’ financiero y no financiero, el desarrollo y la puesta en marcha de códigos éticos y la definición de una estrategia de responsabilidad social corporativa.