«El verdadero problema en España es la competitividad, y para competir necesitamos innovación, un proceso del que se ocupan las empresas, que llevan las ideas al mercado, mientras que el conocimiento se genera mucho más desde el sistema público. Y la innovación corre a cargo de personas preparadas». Para Juan Mulet, director general de la Fundación Cotec, la raíz de ese problema que se manifiesta como falta de competitividad se encuentra en los niveles de formación de la población española, que sigue polarizada entre aquellos que tienen un nivel bajo o muy bajo —al fracaso escolar y el abandono de los estudios de los más jóvenes se suma la falta de escolarización de los mayores de 50 años— y aquellos que se incorporaron masivamente a la universidad en las últimas décadas. En este sentido, el porcentaje de españoles con educación universitaria supera al de los países comunitarios, mientras que el porcentaje de aquellos que sólo han completado los estudios obligatorios sólo es comparable a Italia y dobla con holgura los de Alemania y Polonia. Entre medias, ni siquiera un 20% de todos los que han terminado sus estudios —frente al 54,5% del que presume Alemania y el 36,5% de Francia— tiene un título de educación secundaria, por ejemplo, de Formación Profesional.

Sin embargo, en ellos se fija el último informe de la Fundación Cotec «por sus conocimientos y habilidades para la productividad de las empresas, para la fluida incorporación de las innovaciones y para dar soporte a la innovación de I+D».

Juan Mulet desglosa la suma ‘I+D+i’ y a cada término asocia un perfil profesional: «La ‘I’ es propia de doctores y la ‘D’ corresponde a otro tipo de investigadores que, directamente, empiezan a hacer desarrollo experimental; mientras que la ‘i’ está mucho más vinculada a la Formación Profesional».

El número de investigadores que trabaja en la empresa privada también coloca a España en una situación de desventaja respecto a sus vecinos europeos. Aunque de 2000 a 2007 el número de investigadores aumentó en un 60%, de los 122.624 que estaban en activo en 2007 sólo una tercera parte trabajaba en empresas y no para las administraciones públicas o la universidad. En Alemania y Francia, donde la partida de gasto de I+D en el sector privado es mucho más elevada, el porcentaje de investigadores que está incluido en la nómina de empresas ronda el 60% del total.

El caso de los doctores es más llamativo: sólo el 15,67% de los que están en activo tiene un empleo en el sector privado.