Por Eudald Carbonell, codirector del Proyecto Atapuerca y conferenciante de Thinking Heads

Existe una diferencia estructural entre los primates no humanos y nosotros, los primates humanos. Somos los únicos capaces de fabricar instrumentos con otros instrumentos. Hace 2,5 millones de años, en un lugar remoto de África, aprendimos a golpear una piedra contra otra y a establecer una secuencia de extracción para fabricar lascas con filos cortantes. Con ellos empezamos a superar nuestra dieta vegetal originaria y a conseguir carne de forma sistemática. De esta manera, se redujo el tamaño de nuestros intestinos y aumentó el de nuestro cerebro, que pudo recibir la sangre que antes utilizaban los intestinos para metabolizar alimentos. El cerebro pasó de 400 a 700 centímetros cúbicos; la inteligencia operativa, derivada del uso social de objetos técnicos, ha retroalimentado nuestra complejidad neuronal y biomecánica.

Tras 2,5 millones de años de evolución, gracias a la secuenciación de ADN, hemos llegado a conocer nuestra estructura genética. Para ello, hemos tenido que construir instrumentos muy complejos mediante secuencias de pensamiento lógico cargadas de conocimiento. Sin embargo, nada habría sido posible sin la primera cadena operativa inteligente que secuenció un bloque de piedra en fragmentos cortantes.

Por lo tanto, parece obvio que la técnica y su socialización nos humanizarán cada vez más. Al proceso de hominización o de desarrollo de nuestro género se sobrepone el de humanización o de desarrollo de nuestra singularidad, la cultura. En el siglo XXI vemos cómo la tecnología se ha introducido en todos los aspectos de nuestras relaciones sociales: en el trabajo, en el transporte, en el bienestar social y en el ocio, en el pensamiento o en la investigación. La técnica se está socializando, pero no ha alcanzado su punto máximo, puesto que grandes zonas del planeta aún no se han beneficiado de este proyecto humano.

Desde los pensadores presocráticos griegos hasta nosotros, desde la generación de las preguntas germinales hasta la realización empírica y la contrastación de los enunciados han pasado dos milenios y medio. Ahora nos damos cuenta de que estamos en nuestras propias manos y de que sólo la impregnación social de la técnica nos puede humanizar completamente. En la medida que sabemos que es la tecnología lo que nos ha hecho como somos, hemos de ser capaces de dar un buen uso a las líneas de desarrollo tecnológico contemporáneo, con la responsabilidad de quien sabe que humanidad y tecnología son elementos indisociables de nuestra naturaleza.