José Ignacio Cases Comyn y Juan Fernández Labbé de Novadays.
La denominada “fuga de cerebros” desde los países de la periferia hacia el centro desarrollado se ha planteado muchas veces como un problema de difícil solución, debido a los incentivos generales que existen para que los investigadores no retornen a sus países de origen. En esta materia, en los últimos años el debate ha desplazado su eje desde la discusión sobre el necesario “regreso de cerebros”, hacia la existencia de mecanismos efectivos de intercambio y “circulación de cerebros”.
Desde la aproximación que cobró fuerza en la segunda mitad del siglo XX que comprendía la migración cualificada simplemente como una ‘pérdida’ para los países de origen, cuyos efectos eran solamente negativos para el desarrollo de esas naciones (pérdida de conocimiento, de competitividad, de profesionales capacitados para atender las necesidades, de ingresos, etc.), se ha avanzado hacia una visión más matizada, que aunque reconoce y mantiene las consecuencias negativas, destaca también el vínculo que mantiene la mayoría de los investigadores con sus países – aún estando en el extranjero – y las aportaciones que pueden hacer mediante la transferencia de conocimientos y la conexión con redes profesionales e institucionales, todo ello desde un compromiso hacia la modernización y desarrollo de su país.
Asumiendo este enfoque más integral, pueden identificarse las características de este fenómeno e intuirse medidas más efectivas para reducir sus consecuencias perjudiciales.
De acuerdo a una reciente investigación de Novadays sobre investigadores provenientes del Mundo Árabe, la mayoría de quienes está investigando o formándose en España tiene la intención de regresar a su país y, aquellos que no lo han hecho tras finalizar su formación, también lo desean hacer en el corto o largo plazo. El gran obstáculo para el retorno es la falta de condiciones en sus países para llevar a cabo su labor, ya sea la falta de medios para investigar, la falta de remuneraciones acordes o simplemente la escasa posibilidad de realizar una carrera profesional, elementos que muchas veces encuentran fuera de su país.
Por ello, lo primero es promover y fortalecer políticas institucionales de inserción académica y laboral en los países de origen, que generen los espacios necesarios y las condiciones adecuadas para el retorno de quienes han ido a perfeccionarse al extranjero. Ello, podría ser con apoyo de las instituciones del centro desarrollado, que de este modo expanden su área de influencia y contribuyen en alguna medida al mayor bienestar de la población global.
En segundo lugar, se deberían generar instancias de intercambio multilaterales, que permitan un vínculo científico y también cultural entre los países, considerando mecanismos como fondos de investigación para actividades conjuntas o becas de estancias para que los investigadores efectivamente “circulen” entre los países realizando transferencia de sus conocimientos y tejiendo redes sólidas de cooperación para contribuir al desarrollo de los países periféricos.
Finalmente, la disponibilidad de medios y tecnologías más avanzadas en los países desarrollados, debiera ser la base para la creación de un soporte para la realización de investigaciones e innovaciones en los países periféricos, cumpliendo una función de mitigación de la pérdida asociada al no-retorno del capital humano avanzado, creando en los países las condiciones para su desarrollo científico y tecnológico.