¿Tiene alguna discapacidad la empleada de la imagen? Puede que sí o puede que no. Lo único cierto es que si la tiene, ésta no impide el desarrollo eficaz de su trabajo diario. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), en 2010 había en España  873.000 personas en edad de trabajar con el certificado de discapacidad, el 2,8% de la población en edad laboral. Independientemente de las capacidades diferentes que cada uno tenga, algo sí les distingue del resto de los trabajadores españoles: un 85% está satisfecho con su puesto de trabajo, según una encuesta a 2.000 empresas de Grupo Sifu, mientras que los trabajadores sin discapacidades satisfechos apenas roza el 60%.

Fundado en 1993, este grupo da empleo  en la actualidad a 2.500 personas con discapacidad física, psíquica o sensorial, por lo que conocen muy de cerca los grandes retos de este colectivo. «Una persona con discapacidad, el primer día tiene que demostrar que sabe hacer aquello para lo que se le ha contratado, mientras que a los demás se les presupone», explica Cristian Rovira, consejero delegado de Grupo Sifu. «Están más mirados que sus compañeros. También existe un temor a perder el puesto porque sabe lo que le costará encontrar otro trabajo si pierde la oportunidad que le han dado».

Ana María Castro trabaja en el Grupo  Fundosa. Esta licenciada en Economía decidió redondear sus estudios con un MBA, porque siempre tuvo clara una máxima: «Las dificultades que te vas a encontrar a la hora de enfrentarte al mercado laboral van a depender mucho de tu grado de discapacidad y de tu novel formativo». Estudiar fue para ella un reto que le permitió ver más allá, «ya que en pocas ocasiones la gente se plantea que una persona en silla de ruedas pueda alcanzar un puesto directivo».

A los problemas típicos de «hacerte con tu nuevo trabajo», Ana María añade otros con su silla de ruedas como protagonista: «Una de las cosas que más me agobia es si el aparcamiento es fácil o no lo es y si el entorno es accesible». En un trabajo anterior tardaba más de 15 minutos en esquivar el tramo de escaleras que separaba el portal de su puesto de trabajo, «pero tengo que decir que ni a ellos ni a mí nos paró esta dificultad». «En otro de los sitios donde trabajé tenía que bajar 16 plantas para ir al baño», comenta entre risas….

«El trato inicial es diferente. Hay un  temor en el aire: ‘¿Cómo será esa persona?, ¿cómo la tengo que tratar?’», explica Cristian Rovira. Ana María Castro resume esta experiencia con humor: «Es curioso cómo los primeros días todo el mundo está preocupado porque no encuentres obstáculos en tu camino: ni cajas, ni sillas…», explica riendo. «No me gusta esa sensación porque significa que ven más a tu silla que a ti. Pasada una semana tienes que ir retirándolas tú. Entonces dices: ‘¡Lo conseguí! Ya soy uno más’».

Todo ventajas

«Son personas que funcionan y funcionan muy bien. El temor inicial, rápidamente se convierte en satisfacción », puntualiza el consejero delegado de Grupo Sifu. «El ambiente de la oficina mejora con ellos porque todos piensan: ‘Si a esta persona le cuesta y lo hace, yo también lo tengo que hacer’. Eso ayuda a que haya una mayor cohesión».

Para Rovira, es importante destacar tanto la satisfacción de los empleados con capacidades diferentes, como la de los empresarios que los contratan. «Nosotros hacemos una encuesta cada año a 2.000 empresas y el índice de satisfacción es el 85%. Las personas con discapacidad apenas tienen absentismo, es gente muy motivada y  capacitada». No obvia el tema de las ayudas, esencial en unos tiempos en los que el presupuesto manda. «Piensan:  ‘Gracias a las bonificaciones me sale un poco más barato; gano en productividad, en ambiente…’». «¿Y si no funciona esta persona?», se pregunta a sí mismo. «Busquemos a otra. Lo importante no es que sea esta persona u otra, sino que sea un discapacitado», añade Cristian Rovira.

La labor de los Centros Especiales de Empleo (CEE) es importante. Sólo en el   primer trimestre de 2012, el 64% de los contratos a personas con  discapacidad en España se generó a través de ellos. Ahora el reto es conseguir que esos contratos temporales se conviertan en indefinidos. Solo la estabilidad les dará lo que más ansían: la independencia. «La imagen de las personas con discapacidad —aunque cada vez menos— va muy asociada a la dependencia; y el hecho de demostrar que eres independiente, económica y personalmente, rompe muchos prejuicios », finaliza Ana María Castro.