Raquel Serradilla, presidenta y CEO de Altitude Software

El hermano de Raquel Serradilla (Jaraíz de la Vera, Cáceres, 1968) cambió, sin querer, para siempre la vida de ésta. Ella quería ser odontóloga, pero tenía otras opciones: Exactas, Ingeniería Industrial y, en sexto lugar, Informática. «Mi hermano pensó que lo primero iba a ser muy difícil y que los de Exactas se acababan volviendo medio locos, así que cambió el código de mi opción por el que más se parecía: Informática. Aquello fue un trauma para mí, pusimos un recurso, pero no se pudo hacer nada. Odontología no sólo era mi primera opción, era mi vocación».

«Confieso que comencé a hacer primero de Informática sin saber lo que era un ‘pecé’». Lo que empezó siendo un error se convirtió en una forma de vida. Una nueva oportunidad de estudiar Odontología apareció ante ella, pero decidió seguir el camino que el azar le había mostrado: «Parecía que mi destino estuviera marcado y no me he arrepentido nunca. He tenido mucha suerte, pero nunca he dejado pasar las oportunidades». Así fue desde pequeña cuando ejercía de socorrista, de profesora particular, cuando daba clases de natación o cuando trabajó como administrativa. «Nunca tuve los tres meses de vacaciones de los estudiantes. Siempre he sido inquieta y he querido ser económicamente independiente». Precisamente esa inquietud es la que le ha llevado a seguir formándose siempre, completando sus estudios con otros que convirtieron un currículum más, en uno excepcional. Ingeniero en Informática y Máster en Telecomunicaciones por la Politécnica de Madrid, Raquel Serradilla posee, además, la licenciatura en Dirección y Administración de Empresas por la Universidad de Lincolnshire y Humberside, títulos que obvia con humildad durante la entrevista para centrarse en sus primeros pasos. «Empecé de becaria en Intergraph y allí comenzó mi trayectoria profesional». «¿Cómo iba a esperar que confiaran en mí? Este reconocimiento en edades tempranas hace que uno madure más deprisa, que te comprometas más».

El salto a la dirección llegó de la mano de Bantec Ibérica, «una empresa portuguesa, tras once años en multinacionales norteamericanas». En ella asume el puesto de directora comercial y de Marketing para España y Portugal. En el año 2000 se une a la compañía que hoy preside. Cinco años después es nombrada directora general y en mayo de este año, llega a la presidencia. «Me siento muy realizada en este momento porque estoy comprobando que el trabajo, el esfuerzo e, incluso, la humildad, están dando sus frutos».

Atrás quedan los tiempos más difíciles, «en pleno pinchazo de la burbuja tecnológica». Su primera hija acababa de nacer y estaba trabajando desde Jaraíz, cuando tuvo que dejarlo todo «para volver con urgencia». «En las dos horas de viaje pensé en muchas cosas. Incluso, me reproché no haber hecho caso a mis padres preparando unas oposiciones». «Hablé con la gente, comprobando que el equipo estaba dispuesto a hacer un esfuerzo». Con gran empuje consiguieron gestionar la crisis. «Podría haberme rendido, pero nos hicimos fuertes ante los problemas». «Si miro atrás, fue un paso muy duro que vino a constatar que cuando uno tiene ganas y está comprometido, las cosas salen. Pasará más o menos tiempo, pero salen».

Hoy, su compañía, con oficinas en 18 países, es líder mundial en soluciones informáticas para gestionar clientes, y no ha hecho más que empezar: «Va a más y a más. Sólo en España, el sector genera 100.000 puestos de trabajo». Y eso lo afirma una persona que se considera «constante, comprometida y muy activa. Nunca me dejo llevar por un entusiasmo desbordado. Manteniendo los pies en la tierra es como se logran más y mejores resultados».

Hablando de trabajo

«Se puede ser competitivo sin dejar de ser elegante»
«Con diez años entré en un equipo de baloncesto como base. Fuimos campeonas regionales en Extremadura cuatro años consecutivos y teníamos la atención de los medios y de la afición. ¡Era muy emocionante!». No fue éste el único contacto con el deporte de Raquel Serradilla. «El haber practicado un deporte de equipo como el baloncesto, y otro individual, como la natación, me ha ayudado muchísimo en la vida. Sabes claramente cuál es tu cometido cuando un miembro del equipo está indispuesto. En equipo hay que sacar lo mejor de cada uno y ponerlo a disposición del proyecto». En solitario se trata, nada más y nada menos, de dar el máximo.Y dentro de esos equipos, ¿con qué profesionales se quiere encontrar día a día? «Me gusta la gente humilde, accesible». «Huyo de las personas que son altivas por naturaleza, que enmascaran su incompetencia con su cargo y creen que están por encima del bien y del mal». Se duele esta profesional de la actitud de su competencia —»les invitamos a nuestros eventos, pero no hay un retorno»— y de su falta de unión: «Nos deberíamos ayudar más en beneficio de nuestro sector. Nos falta aprender y estas actitudes van en detrimento del negocio y de la imagen que podamos tener en el mercado. Se puede ser competitivo sin dejar de ser elegante».

De cerca

«En lo personal me vengo abajo con facilidad»
Familiar y «tremendamente casera», su marido y sus dos hijas son su mayor logro. «Tengo una familia estupenda, un trabajo que me gratifica y salud». «Soy ambiciosa, lo he sido siempre, pero mis ambiciones de hoy no son las mismas que las de hace 20 años. Mis hijas están sanas, nunca he faltado a mi trabajo —sólo en mis dos partos y trabajaba en remoto—. Sólo quiero que todo se mantenga». Su marido es, precisamente, la persona a la que más admira, «como amigo». «Es una persona que ante los problemas y las situaciones difíciles siempre tiene una sonrisa». «Yo, que en el terreno profesional soy tremendamente fuerte, en el personal me vengo abajo con facilidad».

¿Y qué le gusta hacer en su tiempo libre, cuando no trabaja? «Viajar, al menos una vez al año, al mar. Si puedo más veces, mucho mejor». «El calor y la luz me dan vida. Cuando llega el invierno me meto en mi guarida». Una guarida escrupulosamente limpia y ordenada. «No es por manía, sino porque el orden me da tranquilidad y sosiego. A veces es una cruz para la familia, pero…».