«Generación perdida». No es nada alentador el calificativo con el que el diario ‘The New York Times’ bautizaba a los jóvenes españoles hace unos meses en un reportaje sobre cómo el paro está castigando a esta parte de la población en nuestro país. Tampoco es de extrañar. La tasa de paro entre los menores de 25 años roza el 40%, según atestigua tanto Eurostat como la EPA. Se trata de la más alta de Europa, duplica la media (19,7%) de los 27 y está once puntos por encima de nuestra tasa de desempleo general. En el Instituto de la Juventud (Injuve) tiran un poco más de la cuerda. Su director general, Gabriel Alconchel, cree que estos datos son aún peores si en las estadísticas se incluyen a los jóvenes hasta 29 años. Si es así nos encontramos con más de 1,2 millones de las personas que ahora mismo están en paro no han cumplido la treintena. «Un joven de 19 o 20 años puede que esté estudiando, pero uno de 28 es muy probable que ya tenga ciertas cargas como un crédito, el seguro de un coche o, incluso, una hipoteca. Por tanto, la problemática se alarga», reflexiona Alconchel.

A la hora de buscar culpables apenas hay dudas: la temporalidad y la precariedad se llevan la palma. Ambos aspectos, paradójicamente, se agravaron durante los años de bonanza. En el segundo trimestre de 2005, por primera vez desde 1979, el paro se quedaba por debajo del 10%. «En esos momentos se creó mucho empleo, también entre la gente joven —recuerda Alconchel—. El problema es que era precario y con una temporalidad muy clara que alcanzó el 60% entre los jóvenes».

Los que iban encadenando un contrato con otro se han dado de bruces con la crisis y su parón en la incorporación de personal. Otros se encontraron con que, ante las vacas flacas, fueron los primeros en ser despedidos. Para Cristina Bermejo, secretaria de Juventud de CC.OO., es evidente que «con este tipo de relaciones laborales, que hoy representan el 45% frente al 25% para adultos, sean los primeros expulsados del mercado». «Sale más barato despedirlos y, es más, cuatro de cada diez contratos para jóvenes tienen una duración inferior a los seis meses, lo que hace que el coste sea casi inexistente», apostilla.

También de carácter temporal era el contrato que la semana pasada propuso la CEOE. Aunque inmediatamente se retractó de su idea, la patronal sugería la creación de un nuevo «contrato de inserción» para menores de 30 años, con una duración de entre seis meses y un año y sin indemnización por despido. El rechazo fue también inmediato. «Las opciones que ya existen para jóvenes son de por sí precarias. Además, hay dos modalidades para este fin», afirma Bermejo, que se refiere al contrato en prácticas [se puede formalizar a cualquier persona desde el momento que termina sus estudios universitarios, de FP o posgrado hasta cuatro años después, y contempla derechos laborales] y el contrato para la formación, para candidatos que carecen de títulos. Sin embargo, estas figuras se usan en menos de un 5% de los casos. «Siempre queda el ‘gratis total’ de los becarios», apunta el director del Injuve. No hay cifras exactas, pero se calcula que 200.000 jóvenes se encuentran en esta situación.

Otro de los grandes problemas del paro juvenil es la dualidad de los afectados. Por un lado, comenta Alconchel, «quienes abandonaron prematuramente el sistema educativo porque tenían posibilidades de cobrar un buen sueldo sin cualificación, es lo que llamamos ‘la huída hacia el andamio’». Sin formación y con una experiencia muy limitada, son las víctimas más vulnerables del mercado de trabajo: 1,4 millones de parados no tienen finalizada la educación secundaria. En el otro extremo, hay muchos casos de universitarios que no encuentran empleo. «O si lo encuentran —apunta Cristina Bermejo—, no se corresponde a su nivel formativo». En Comisiones Obreras lo denominan ‘infraocupación’ y no ‘sobrecualificación’ porque «a nadie le sobra formación».

En medio de un panorama bastante negro, que empeora si tenemos en cuenta que, según la OIT, las posibilidades de que un joven esté en paro triplican a las de un adulto, Extremadura deja un lugar para la esperanza. La región, la única de Europa con una consejería específica para jóvenes, ha sido la que mejor se ha comportado durante la crisis. Además, según su Observatorio Joven de Vivienda, el desempleo juvenil retrocedió allí un 11,74% en 2009. ¿Dónde reside el secreto? El consejero de Jóvenes y Deportes, Carlos Javier Rodríguez, resuelve la duda: «Podemos trabajar de manera transversal con el resto de competencias de la Junta».

Así, tienen programas específicos en vivienda, ayudas para sacarse el carné de conducir y oficinas donde se ofrece orientación laboral únicamente a los menores de 30. El Gabinete de Iniciativa Joven es otra de las variables de la ecuación. Su apoyo a los emprendedores les ha valido el reconocimiento de la Comisión Europea. «En definitiva —resume el consejero—, ponemos en marcha una discriminación positiva hacia los jóvenes».

También optimista, desde CC.OO., Bermejo piensa en el fin de la crisis: «Hará falta mano de obra y somos una potencial fuente de empleo. El problema ser, una vez más, en qué condiciones…».