Matteo Motterlini, experto en Neuroeconomía.

Desde hace un decenio los más avanzados estudios de la neurociencia experimental han comenzado a desvelar nuestros instintos económicos cuando jugamos con el riesgo, las ganancias y las pérdidas. ¿Conocer mejor el cerebro de los inversores podría ayudarnos? Esto ha motivado un estudio de un neurocientífico del Baylor College de Medicina de Houston, Read  Montague, y un economista experimental del Calthech, Colin Camere, que se interesaron por nuestra vulnerabilidad ante las burbujas especulativas.

La respuesta la han buscado con la ayuda de la resonancia magnética funcional, yendo a buscar las activaciones cerebrales en un grupo de sujetos que participaban en un «juego del inversor». Cada participante recibía un poco de dinero y algunas informaciones sobre el estado «actual» de los mercados de acciones. Entonces, compraba su portfolio y asistía al fluctuar de sus cotizaciones que – de manera oportuna– replicaban exactamente los valores del Dow Jones de 1929, del S&P de 1987 y del Nasdaq de 1998. De ese modo se ha podido observar qué ocurría en los cerebros de los inversores «inVitro».

Como ya se sabía, la elección de la inversión responde a una señal proveniente del considerado centro dopaminérgico de la recompensa. Se trata de centros que, dentro de una gran variedad de situaciones, consienten aprender de la experiencia a través de un mecanismo de refuerzo basado en la comparación entre la recompensa recibida y la que se esperaba. Las neuronas de las áreas indicadas reaccionan continuamente indicando la diferencia entre lo obtenido y lo que  hubiésemos podido obtener si nuestra decisión hubiese sido distinta.

Imagine que hubiese invertido un porcentaje de su portfolio y que, tras  venderlo, lo ve crecer mientras se hincha la burbuja. La química de sus neuronas dopaminérgicas reacciona a través de ese mecanismo que le permite aprender de escenarios hipotéticos haciéndole sentir la diferencia entre la ganancia presente y la ganancia que habría podido ser. Cuanto mayor es esta distancia, mayor es el arrepentimiento. Y, como muestra el experimento, influirá de un modo más fuerte en la elección de la inversión sucesiva.

Los mercados suben y compramos, puesto que no podemos arrepentirnos de habernos mantenido al margen. La burbuja explota y nos damos mucha prisa en vender, porque no queremos arrepentirnos de haber estado inmersos en ella. A la luz de los recientes resultados experimentales, confiar en nuestras propias neuronas dopaminérgicas para vencer al mercado es,  cuanto menos, poco sabio.

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