Fernando González, Presidente de la Asociación Fingerplus, Foro de la Economía Verde
Teniendo en cuenta el crecimiento de la población mundial, que ya se triplicó en el siglo XX, en un contexto de adaptación al calentamiento global y sus consecuencias sobre los ecosistemas y la vida, es necesario apostar por una economía verde, que a largo plazo consigue mejorar el bienestar humano y reducir las desigualdades, al tiempo que no expone a las generaciones futuras a riesgos medioambientales significativos ni a carencias ecológicas.
Una Economía Verde se caracteriza por el incremento sustancial de las inversiones en sectores económicos que agregan y aumentan el capital natural de la Tierra o reducen las carencias ecológicas y los riesgos medioambientales. Los ámbitos de actuación a los que me refiero son la agricultura, la construcción, las ciudades, las energías renovables, la pesca, los bosques, la industria, el turismo, el transporte, los residuos y el agua.
Fingerplus 2010 se va a celebrar con un programa que presentará proyectos de innovación para la sostenibilidad y la eficiencia energética, en un momento en que la diplomacia ambiental mundial, con el papel estelar de las Naciones Unidas, se prepara para Río+20, con su atención puesta en la economía verde y un desarrollo económico basado en la cooperación internacional para erradicar la pobreza a lo largo de las próximas décadas, con la previsión de que el crecimiento de la población mundial comience a estabilizarse por debajo de los 10.000 millones de personas a mediados de este siglo XXI.
Muchos países ya han alcanzado un elevado nivel de desarrollo humano, pero históricamente esto se ha conseguido a costa de sus recursos naturales y aumentando su huella ecológica. Otros aún mantienen un consumo muy limitado de recursos y energía, pero necesitan desesperadamente ofrecer mejores niveles de servicios y bienestar material a su creciente población. Éste es el doble desafío que implica la transición hacia una economía verde: reducir radicalmente la huella de los países desarrollados, al mismo tiempo que se elevan los niveles de bienestar social y material en los países en desarrollo.
El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) lanzó la Iniciativa de Economía Verde en plena crisis financiera y económica mundial en 2008 y recomendó a los gobiernos: orientar una partida significativa de los multibillonarios paquetes de estímulo a inversiones medioambientales, con el objetivo de recuperar la economía mundial, salvar y crear empleos, abordar retos ambientales emergentes y desarrollar políticas e infraestructuras de mercado internacional para establecer el escenario de transición hacia una Economía Verde: aquella que logra aumentar la riqueza, generar empleo de calidad, afrontar con éxito las desigualdades y la pobreza persistente y reducir las carencias ecológicas y los riesgos climáticos.
En definitiva, debemos asumir, tal como indica Achim Steiner -Director Ejecutivo del PNUMA- que «precisamos una perspectiva económica más sofisticada y un modelo económico más evolucionado si queremos desarrollarnos colectivamente durante los próximos años y décadas».