En la ética empresarial destaca su aspecto práctico o de aplicación de valores y principios en cada decisión o respuesta. La función del gestor ético es transversal a todos los departamentos pues defiende los grupos de interés: socios, clientes, proveedores, plantilla, directiva, administraciones públicas y expectativas sociales. Esta figura está vinculada a los códigos éticos que, desde finales del siglo XX, definen la estrategia de muchas organizaciones, e interactúan con su plan de responsabilidad social corporativa (RSC).

¿Qué se espera de un gestor ético?

La primera responsabilidad del gestor ético es implementar el código ético en la empresa. Para ello se va a encargar de tramitar las denuncias o posibles vulneraciones de dicho código. Es decir: recoge, analiza, traslada a la dirección y resuelve conforme a las instrucciones devueltas.

Quien ejerza como gestor ético debe ser visible por su actitud comunicadora. Gracias a ella logrará promover la difusión del código ético, así como su conocimiento por parte de todos los grupos de interés, y su cumplimiento. El gestor ético juega un papel especialmente relevante cuando la organización está muy expuesta a la opinión pública.

Junto con estas medidas reactivas, se espera que el gestor ético lidere la consolidación del código ético, así como su mejora continua. En este sentido, evalúa anualmente el grado de cumplimiento, manteniendo un registro estadístico de las acciones realizadas.

¿Qué se espera de un gestor ético?

Valores y responsabilidad

“Lo primero que hace la RSC es abrir tu mente para entender que tu empresa tiene que satisfacer los valores de sus grupos de interés”, declaró Francisco Román, presidente de la Fundación SERES, Sociedad y Empresa Responsable. Ya no se trata únicamente de hacer crecer las inversiones de los socios sino de buscar un valor a largo plazo. El gestor ético tiene la oportunidad de contribuir al project management con soluciones a corto, medio y largo plazo, desde la aplicación del código ético.

Hay quien ha expresado este ideal como un “capitalismo de los grupos de interés (skateholders); es el capitalismo de todos”. Finalmente, el gestor ético es una pieza clave en ese puzzle que busca el equilibrio entre las necesidades e intereses, tanto particulares, como estratégicas de la organización, como del ecosistema.

La ética en pandemia

Si Fernando Savater tuviera que escribir ahora su Ética para Amador y convertirla en un código ético empresarial, es probable que destacara el objetivo del bienestar laboral. Algunos de los rasgos de este código, es decir, los valores por los que velará el gestor ético serán la transparencia, el respeto entre compañeros, la tajante condena de abusos, consecución de los ODS 2030, el derecho a la intimidad, la cooperación o la igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres.

El gestor ético debe ser consciente de que cada día es más difícil sostener un código ético específico para una compañía al margen de la interdependencia con otras, con el mercado y demás agentes económicos. La pandemia lo ha dejado claro: si la sociedad se paraliza, las empresas entran en shock. Los cimientos del sistema son globales y cada decisión impacta en todo el mundo. Es el momento de un nuevo liderazgo desde las organizaciones, más ético y más humano. Las empresas son llamadas a asumir mayor responsabilidad en la esfera pública y política y, por tanto, es necesario enfatizar su código ético y al gestor ético como agente clave.