Siempre me han fascinado los cuentos de príncipes y princesas, historias que nos evocan mundos de fantasía donde todo siempre acaba bien, poniendo en valor los atributos de unos personajes que nos recuerdan que hay otros mundos y sueños que alcanzar. Sueños llenos de esperanza y de ilusión en un mundo mejor, anhelos de encontrar el amor para toda la vida, hábitos y valores que vencen cada día al mal para hacer de éste un mundo donde reine el bien.

Con el paso del tiempo crecemos y olvidamos el poder de la magia que estos cuentos obraban en nosotros, el día a día nos sumerge en nuevas realidades que nos hacen perder la esperanza en el poder de nuestras acciones y, sin darnos cuenta, el niño que habitaba en nosotros va desapareciendo. Los medios de comunicación, las conversaciones, los mensajes que recibimos, nos trasladan a situaciones económicas complicadas. Cada uno de esos mensajes nos va diciendo: «Cuidado, viene la crisis, reduce gastos, plantilla…» Y es aquí, en las situaciones complejas donde renacen los líderes de verdad. Líderes que, como Superman, tienen una visión clara, saben a dónde quieren ir y tienen la capacidad de analizar la situación con perspectiva. Líderes que descubren que tienen superpoderes cuando son capaces de cambiar el rumbo de las organizaciones apostando por un nuevo futuro. Sí, lo sé, no podemos volar, pero sí recordar que Superman nos enseñó cosas como la capacidad de visión, la fortaleza, la constancia, la importancia de la familia y del amor y, ante todo, la importancia de tener una meta clara para construir un mundo mejor.

Pero, ¿qué pasa con Spiderman? Este personaje me fascina: desde el anonimato, desde la normalidad, adquiere por casualidad superpoderes. Sin embargo, debe aprender, mejorar, crearse una nueva personalidad y buscar un fin, y lo hace, entrenándose para mejorar sus habilidades; esforzándose por conocer sus fortalezas.

Pero esto no es todo: nos queda Batman. ¿Qué sería de Batman sin Robin, sin su mayordomo, es decir, sin su equipo? ¿Qué sería de este superhéroe sin su coche y su gruta? Batman nos demuestra que los superpoderes existen, pero que hay que creer en el equipo, saber enseñar a las personas de nuestras organizaciones a convertirse en personas mejores mediante nuestro ejemplo, aprovechando los recursos al igual que él lo hace, transmitiendo el optimismo necesario con cada acción y cuidando el entorno. Al fin y al cabo como dice John Garder, «la vida es el arte de dibujar, sin disponer de una goma». Así que dibujemos, soñemos. Yo quiero un poco de superpoderes, la visión, la fortaleza y la constancia de Superman; quiero la capacidad de aprendizaje y de superación de Spiderman y quiero hacerlo con mi equipo como hace Batman. Porque los superpoderes no son algo que se escribe en los cómics ni en los cuentos, los superpoderes existen dentro de cada uno de nosotros si somos conscientes del valor que podemos aportar, si como ellos cada día intentamos avanzar y hacer de éste un mundo mejor. Porque sí, puede que haya crisis, pero como dice esta palabra en chino, crisis es igual a oportunidad. Oportunidad de innovar, de mejorar, de crecer. Tagore ya lo dijo: «Si lloras por no poder ver el sol, las lágrimas te impedirán ver las estrellas».

Evoquemos al niño que somos, poniendo emoción e ilusión en nuestros proyectos, que la sonrisa y el optimismo guíe nuestras vidas, planifiquemos y creemos expectativas que llenen de esperanza a nuestros equipos y sí, seguro que a veces nos equivocamos, pero el arte de vencer se aprende en las derrotas.

Sabemos que no somos infalibles, nuestros superhéroes también tienen debilidades, pero lo vuelven a intentar. Se esfuerzan con ese «amor loco» que no tiene edad y que nos da la certeza cada día de que, al igual que en cuentos y leyendas, son nuestras acciones las que determinan el final de cada historia; nosotros escribimos la nuestra. ¿Y tú, qué final quieres? ¡Pues a por ello! que «el tiempo no es oro, es vida» (J.L. Sanpedro).

Por Nekane Rodríguez

Directora General de Creade Adecco Human Capital Solutions

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