El argumento «chico conoce chica, chico se enamora de chica…» es la inspiración por antonomasia de escritores, guionistas y directores de cine, más aún si la relación ocurre entre las cuatro paredes de una oficina, un hospital o la redacción de un periódico. No es fácil encontrar una serie o película que no esté salpicada con un affaire entre el jefe y su secretaria, con idas y venidas entre médicos y sus residentes, con amoríos entre profesores de instituto…

«La gente piensa, si ellos lo pueden hacer, ¿por qué yo no?» Así se expresaba Mark Oldman, fundador de Vault.com, empresa estadounidense especializada en el mundo del empleo, en un reciente artículo publicado por la Universidad de Wharton al respecto de los romances en la oficina. Oldman pretendía explicar de este modo los resultados de un estudio de la Society for Human Resource Management, según el cual el 40% de los trabajadores estadounidenses afirmaba haber tenido un idilio en la empresa en algún momento de su carrera. Un resultado llamativo que para los conductores de dicho informe se entiende porque «el lugar de trabajo es nuestro nuevo vecindario».

Un ambiente propicio
En nuestro país los datos no son tan elevados. El 13% de los españoles ha conocido a su pareja en el entorno laboral, de acuerdo con una encuesta publicada este mismo año por el CIS. Por tanto, el lugar de trabajo ocupa el cuarto puesto en el ranking de situaciones en las que los encuestados recordaban haber conocido a su media naranja, por encima de otros ambientes aparentemente más propicios como las discotecas (9%). ¿Es, entonces, el trabajo nuestro nuevo vecindario? «Se pasa más tiempo con los compañeros que con la familia hasta el punto de compartir, primero, objetivos laborales y puede que personales y, con el tiempo, confidencias, inquietudes, problemas,…». La respuesta es de Carmen Salas autora de Dime con quién trabajas y te diré con quién te acuestas (Ed. Plaza & Janés), que analiza las razones y sinrazones del amor entre colegas. Salas añade otros factores psicológicos y más morbosos: » Hay personas que ven el trabajo como un lugar en el que reinventarse. Además no podemos olvidar el morbo de mantener encuentros en espacios tan simbólicos como la sala de juntas o el ascensor…»

Por tanto, las largas jornadas laborales y las experiencias compartidas invitan a que los sentimientos -sean de amistad o de atracción- salgan a flote, mientras que el retraso en la edad de casarse (los 31 años según el INE) los alimenta. Si bien esta situación puede, a primera vista, relacionarse con problemas -rumores, distracción, favoritismos o el miedo a acusaciones de acoso son los dilemas más frecuentes- los expertos en recursos humanos insisten en acabar con lo que es para ellos más un mito que una realidad. Esther Farreny, training manager de la firma de selección especializada Hays, lo reafirma y desvela el verdadero quid de la cuestión: «Lo importante no es el hecho de que haya relaciones amorosas dentro de una compañía, sino cómo gestionarlas».

Sin inconvenientes
El socio de la consultora Tatum, Eugenio de Andrés, que coincide con este planteamiento, sabe de sobra de lo que habla. En cu compañía, formada por un equipo de unos cuarenta profesionales, se han gestado varias parejas, incluida la suya, con la que después de diez años de noviazgo se casó. «Con los actuales modelos de empresas, las relaciones en el trabajo no tendrían por qué suponer un inconveniente ya que cada vez se basan más en la confianza, en los resultados y en la integración familiar y profesional».

Es por ello que herramientas de gestión típicamente anglosajonas como los love contract o dating contract, para evitar y regular las relaciones sentimentales en la empresa, no funcionarían en nuestro país. En primer lugar, legalmente -según el artículo 17 del Estatuto del Trabajador- está prohibida cualquier discriminación por parentesco entre compañeros. Además, su puesta en marcha podría acabar con cualquier esfuerzo por buscar el compromiso y complicidad de los empleados. Javier Mateos, director general de la firma de consultoría Think & Go!, recuerda que para conseguir esos objetivos hay que tener en cuenta las necesidades, expectativas y deseos del equipo, «las prohibiciones no tienen mucho sentido».

Sabia distancia
De acuerdo con los planteamientos expuestos se deduce que apenas existen políticas de recursos humanos dirigidas a estas situaciones. Por el contrario, la neutralidad y la naturalidad son las mejores bazas para empresa y la pareja. En cuanto a medidas concretas, Javier Mateos y Esther Farreny se ponen de acuerdo al recomendar que los implicados trabajen en departamentos o unidades distintas. Pero la training manager de Hays matiza «siempre que no interfiera en la evolución profesional de ninguna de las partes ni que signifique un sacrificio».

Para la pareja de compañeros también hay una regla de oro: ser discreto y, a la vez, transparente. Basta, por ejemplo, con comentarlo a los superiores inmediatos una vez que la relación deje de ser algo esporádico para ser estable. «Si la organización lo sabe es más sencillo gestionarlo como un asunto más de la empresa», explica Mateos.

Desde su propia experiencia, y tras más de una década de relación con su pareja y compañera de trabajo, el socio director de Tatum reconoce que la llave del éxito -profesional y personal- se encuentra en no confundir los dos ambientes.

 

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