El término Brainstorming en las empresas o tormenta de ideas te será muy familiar incluso aunque no hayas trabajado nunca en alguno de los entornos corporativos donde es más habitual. Casi se puede decir que pertenece a nuestro bagaje cultural. Y, sin embargo, su eficacia ha sido puesta en entredicho en los últimos tiempos. Vamos a ver por qué.
El origen de la tormenta del Brainstorming en las empresas
Fue el publicista norteamericano Alex Faickney Osborn quien inventó la técnica del braimstorming, traducido a nuestro idioma como “tormenta de ideas” o “lluvia de ideas”.
Se suele afirmar que lo creó en los años 50 del pasado siglo porque lo describió por vez primera en 1948 en su libro Your Creative Power. Pero en realidad, él ya había desarrollado el concepto en los años 30 en BBDO, la empresa de publicidad en la que él trabajaba.
Su propósito era encontrar un enfoque que le permitiera la generación de ideas creativas fruto de la libertad de pensamiento y la labor cooperativa. Parece que sentía una gran frustración al ver que las mejores se quedaban atrás por culpa de las críticas prematuras.
Para aplicar la técnica de la tormenta de ideas en un grupo de trabajo hay que tener en cuenta algunos principios.
- Para empezar, prima la libre expresión. Cualquiera debe sentirse con permiso para proponer cualquier idea. Aunque pueda resultar a priori extravagante o poco convencional.
- Durante el tiempo que dure la sesión, los miembros del equipo deben suspender el juicio. Cualquier crítica o evaluación de las propuestas que se hagan, por urgente y razonable que parezca, no se permite durante la sesión. De otra forma, podría quedar comprometida la libertad de la que se hablaba antes.
- Prima la cantidad sobre calidad. Lo que pretende la tormenta de ideas es precisamente eso: que lluevan ideas. Cuantas más, mejor.
- Trabajar combinando ideas. Se anima a los miembros para que tengan en cuenta las ideas de los demás y mejorarlas combinándolas sobre las propias.
La tormenta de ideas, en entredicho
Durante décadas, el braimstorming se ha considerado una técnica efectiva para generar ideas, y ha sido muy usada en terrenos como el marketing o la resolución de conflictos organizacionales. Diversos estudios avalaban su utilidad y aconsejaban su uso.
Tradicionalmente se consideraba que los dos pilares sobre los que se asienta el poder creativo de la tormenta de ideas son dos:
- Que encontrarse en presencia de otros miembros del equipo estimulará la creatividad del trabajador.
- Que la cantidad de ideas que aportaba el equipo era determinante. Como se ha dicho, cuantas más mejor.
Sin embargo, Brian Mullen, Craig Johnson y Eduardo Salas publicaron en el año 2010 el estudio Productivity Loss in Brainstorming Groups: A Meta-Analytic Integration, en el que se hacía una investigación analítica de varios estudios previos sobre la eficacia del brainstorming.
El resultado que encontraron es que la mayoría de los investigadores coincidían en la baja eficacia real de las tormentas de ideas, a pesar de lo que se había afirmado durante décadas. Al menos desde 1987 había ya evidencias sobre ello.
Las razones que se esgrimen son fundamentalmente dos:
- No todo el mundo se siente igualmente libre de hablar y expresarse en público, por mucho que se le dé permiso para hacerlo. Ni tiene las mismas capacidades comunicativas que los demás.
- El pensamiento en grupo genera dinámicas que frecuentemente conducen más al consenso que a la confrontación creativa de ideas.
A la luz de estas conclusiones sería interesante que, desde el departamento de Recursos Humanos, se considere si merece la pena el esfuerzo y el tiempo necesarios para las sesiones de tormenta de ideas. Y si no deberían buscarse algunas alternativas mejores.