«La discapacidad no se sufre, como decís siempre los medios de comunicación, y mucho menos ‘se padece’. Entender eso es importantísimo», afirma en tono de regañina Pablo Pineda, diplomado en Magisterio y casi licenciado en Piscopedagogía, además de Concha de Plata al Mejor Actor en el Festival de Cine de San Sebastián 2009. ¿Y qué verbo quieres utilizar? «Ser. Tener». Pablo Pineda es o tiene síndrome de down. «La discapacidad se tiene y ya está. Es una condición que tenemos como ser mujer o ser bantú. No es una enfermedad: él no está mal», afirma señalando a Gabriel Barroso de María, ingeniero aeronáutico que trabaja en la empresa EADS, líder mundial en aeronáutica y defensa.

Barroso no quiere entrar en el debate de las palabras. No es el día, aunque entiende perfectamente el  planteamiento de Pablo. «Es cierto que ciertas consecuencias de lo que somos o tenemos nos hacen sufrir, pero se puede llegar a ‘victimizar’ a las personas con discapacidad y la mayoría no nos sentimos como víctimas», puntualiza a Pablo. Gabriel sufrió un accidente similar al del famoso Ramón Sampedro y trabaja en una silla de ruedas sin poder mover el cuerpo desde el cuello hacia abajo. Desde hace cuatro años trabaja en el Proyecto Atlante de la firma Cassidian, «en los sistemas eléctricos del avión». Gracias a su trabajo y al del resto de su  equipo, la energía eléctrica que generan los propios motores del avión llega a todos sus dispositivos. El suyo es un trabajo cualificado. Muy cualificado. Para llegar hasta aquí ha competido con centenares de jóvenes licenciados en las carreras más difíciles, con expedientes brillantes y dominio de varios idiomas. «Es un trabajo apasionante porque no te dedicas a una pequeña parte: tienes que conocer todo el avión en su conjunto», afirma satisfecho. «Llevo aquí cuatro años en los que he aprendido muchísimo y he disfrutado muchísimo. He trabajado mucho también y este tiempo no ha estado exento en dificultades, pero como para cualquier otra  persona. Todas las personas, en cualquier puesto de trabajo, sean discapacitados o no, tienen sus dificultades, que casi nadie conoce porque se quedan a nivel personal», explica Barroso.

Sus dificultades solo son, como él  mismo reconoce, «más evidentes». Y es que su silla de ruedas no puede rodar por un universo lleno de barreras -«el 95% del mundo»-, pero oyéndole hablar uno podría creer que el 5% restante le resulta suficiente. No es así, pero Gabriel, como millones de personas discapacitadas en todo el mundo, ha aprendido a afrontar sus dificultades centrándose en lo que sí puede hacer. «Somos discapacitados para unas cosas, pero no para otras. Como todo el mundo», afirma Pablo Pineda, que hoy ha declarado la guerra al lenguaje más usual. «El problema es que los demás siempre ven lo que no podemos hacer y no lo que podemos hacer».

El LISMI y mucho más

Pablo y Gabriel son la cara más visible del proyecto de integración laboral de personas con discapacidad de  EADS, diseñado en colaboración con la Fundación Adecco. La empresa es una de las muchas compañías que no se conforman con cumplir con la LISMI, esa ley que reserva a los discapacitados el 2% de los puestos, en empresas cuya plantilla sea superior a los 50 trabajadores. «El primer paso para la integración de las personas  con discapacidad es crear entornos sensibilizados y aptos para su incorporación», explica Arancha Jiménez, directora de operaciones de Fundación Adecco. «Una persona con un empleo normalizado está integrada en la sociedad. El trabajo es un medio para vivir, pero también es un fin para estas personas ».

Para Mariano Alonso, director de Recursos Humanos de EADS España, estas personas con capacidades diferentes aportan exactamente lo mismo que cualquier otra persona a la organización. «Todos somos  diferentes y eso es algo de lo que la empresa se beneficia. Somos un grupo multicultural, donde la diversidad está a la orden del día. Por este motivo la integración de personas con capacidades diferentes es un proceso natural, que encaja perfectamente en nuestra filosofía y que nosotros promovemos de manera activa. Este proceso integrador no solo es muy positivo para la sociedad, sino además muy beneficioso para toda la compañía».

Lo esencial en cualquier proceso de selección de personal es encontrar al candidato que mejor se adecúe al puesto vacante. Mar Aguilera, directora de la Fundación Alares, considera crucial este punto en su intervención en una jornada sobre empleo para personas con discapacidad: «Si contamos con una buena estrategia interna en los procesos de selección, podremos conseguir una integración plena del trabajador con discapacidad, consiguiendo con ello una mejora en la calidad de vida y la competitividad empresarial».