Las personas son el activo más valioso de cualquier empresa. Por eso, la pérdida de un buen empleado, supone un enorme derroche de tiempo, esfuerzo y experiencia. Conservar el talento se ha convertido en uno de los mayores retos a los que debe enfrentarse un equipo directivo, por lo que resulta fundamental determinar cuáles son los factores que llevan a la rotación externa.

Una de las principales causas es la baja o mala calidad directiva. Los jefes mediocres producen escenarios anodinos, sin interés y poco motivadores; los jefes incompetentes hacen crecer la frustración y el rechazo; y los jefes tóxicos crean ambientes nocivos que instan a la rotación. Para evitarlo se debe ejercer un buen liderazgo, lograr que los intereses de la empresa y los de los trabajadores confluyan hacia un mismo fin.

Otras causas, que comparten detonante con la anterior, son la involución profesional y la pérdida de ilusión. Los escenarios poco estimulantes, rutinarios y repetitivos pueden producir la sensación de estancamiento o retroceso. Una situación que invita a la búsqueda de nuevas oportunidades. Mantener a los trabajadores informados, proponerles retos, reconocer sus méritos, darles visibilidad y crear espacios motivadores que fomenten el trabajo en equipo pueden ser una buena solución.

También hay que tener cuidado con las “ofertas inesperadas”, ya que en ocasiones los trabajadores pueden recibir propuestas que les permiten ascender más rápido. Es aquí donde entra en juego la cultura corporativa. Algo tan simple como ofrecer servicios complementarios (guardería, parking, café gratis…) o mantener una buena escucha activa puede marcar la diferencia.

Y, cómo no, un mal clima laboral. Los desacuerdos, disputas y riñas entre compañeros crean un ambiente nocivo que anima a cambiar de escenario. La transparencia, la comunicación y la competencia colectiva son elementos clave para lograr un ambiente fluido y eficaz.

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