Ya contamos con que tienes una gran capacidad de organización y que sabes orientarte a objetivos. Es posible que destaques por tu carisma. Quizá por este motivo pensaron o pensaste en su día que serías una persona que lidera con eficiencia. Pero ¿hay margen para mejorar tu liderazgo? Puedes revisar cómo te enfrentas a los cuatro errores más frecuentes en los que no debería caer un buen líder.
La solución de cada uno de estos problemas pasa por dedicar un tiempo extra que ahora mismo no tienes en tu agenda. Sin embargo, trata de no posponerlo, no lo consideres un parón innecesario. Vas a poder rentabilizar con creces ese tiempo cuando hagas frente a estas situaciones.
1. No saber delegar
Este es uno de los errores más comunes entre quienes se encargan de coordinar equipos, departamentos o empresas. Reconocerás fácilmente esta actitud si te ves diciendo frases como “no doy a basto”, “todo tengo que hacerlo yo” o “no hay quien confíe en la gente”. Si este es tu caso, tómate un tiempo para revisar uno a uno tus cometidos y tareas y busca quién o quienes podrían encargarse de algunas.
Algo importante a la hora de delegar: hay que decir qué tareas se espera exactamente que desempeñe la persona en quien delegas. Tienes que recibir feedback por su parte de que lo ha captado. Si todo esto se plasma en un documento escrito accesible al empleado implicado, será más sencillo mantener una continuidad y no tener que estar recordando una y otra vez cosas que ya se han hablado.
2. Tener un estilo autoritario
Hemos entrado en una nueva era, las cosas no funcionan ya como hace 40 años. Sin embargo, todavía perviven formas de liderazgo del pasado. Uno de ellos es el estilo autoritario. Se define por hacer que se cumplan tus exigencias sin dar ninguna explicación a la gente a la que coordinas. En caso de que no se lleven a cabo tus mandatos, hay amenazas, castigos o represalias.
¿Por qué esta manera de liderar ha quedado obsoleta? Porque se han visto los beneficios de que los empleados estén implicados en la empresa, que formen parte activa de ella. Es preciso conseguir que el personal esté motivado y que sintonice con los objetivos de la compañía. En este esquema, la relación entre el buen líder y su equipo es mucho más simétrica en lo personal y más fructífera en lo profesional. Se podría decir que se ha dado un paso en la madurez de la relación.
3. Ver solo los méritos del buen líder
Celebrar solo los méritos propios y nunca los que realiza cada persona es un error también bastante habitual que evidencia un mal liderazgo. Cuidado con reconocer únicamente los logros de equipo. Esto se puede atribuir a un falso reconocimiento colectivo que pretende en realidad resaltar tu labor de coordinación. Para que el reconocimiento sea fructífero, es preciso dirigirlo a cada empleado en concreto, destacando su desempeño tanto en privado como públicamente. Además, se puede reconocer también la labor de equipo para crear unión. Pero no sirve de nada hacer lo uno sin lo otro.
Lo suyo es que el reconocimiento tenga un reflejo material; sin embargo, no siempre es posible. En cualquier caso, ha de haber una recompensa. Esta puede traducirse en una oportunidad de promoción, en una acción formativa o en un agradecimiento público. Cuando sea oportuno, se pueden introducir incentivos como aumentos de salario (emocional o económico) o mejora de las condiciones laborales.
4. No saber sacar el máximo partido del personal
Hay jefes que no conocen realmente a su plantilla. Nos referimos a aquellos que no ven más allá de la tarea por la que fue contratada una persona cuando entró. Alguien que ejerce un buen liderazgo ha de tener visión de futuro. La mayoría de veces, es mucho más rentable apostar por el desarrollo del talento interno que contratar a gente de fuera.
Para ello, debes analizar cada perfil que coordinas y determinar de qué manera se podría aprovechar su potencial en favor de la empresa. Si lo haces desde el respeto y la consideración, casi seguro que esa persona estará dispuesta a asumir el reto que le propongas. Lo que tienes que ofrecer es tu apoyo en su desarrollo. Esto afianza la fidelidad de la plantilla y evita la fuga de talento cualificado.