El exceso de perfección, lejos de ser una virtud, es un impedimento para la productividad. Es importante detectarla en los equipos de trabajo ya que, en la mayor parte de las ocasiones, es sinónimo de ineficacia.

El triunfo del neoliberalismo frente a otros modelos socioeconómicos a partir de los años 80-90 del siglo pasado ha propiciado la composición de sociedades excesivamente individualistas y competitivas, según afirman algunos estudios. Las consecuencias pueden verse en la transformación de algunos comportamientos en el ámbito laboral, como, por ejemplo, el aumento del perfeccionismo.

Características del perfeccionista

Una persona perfeccionista cree que su trabajo nunca termina de estar bien del todo. La insatisfacción planea sobre las tareas que desempeña lo que le obliga a hacer infinidad de correcciones y variaciones. La idea del fracaso le aterroriza. Esta actitud puede confundirse con el gusto por el trabajo bien hecho o espíritu de mejora. Pero nada más lejos de la realidad ya que es una obsesión que deriva en ineficacia.

El perfeccionismo esconde una falsa idea de perfección que no existe y un profundo temor al fracaso. También tiene que ver con la búsqueda en exceso de la aprobación de los demás.

Esta búsqueda inútil de un nivel de desempeño que se ajuste a un ideal provoca grandes niveles de estrés y agotamiento. El resultado es un alto grado de frustración y, como consecuencia, se crea un mal ambiente laboral.

La procrastinación es también uno de los males del perfeccionista. Las tareas se posponen hasta el límite para dilatar el momento en el que enfrentarse a esa sensación de incompetencia, y, como consecuencia, es muy probable que no se cumpla con los plazos fijados.

Cómo luchar contra el perfeccionismo

Lo recomendable a la hora de abordar un problema de actitud con un empleado perfeccionista es detectar qué tipo de comportamientos están provocando unos malos resultados. Es fundamental ayudar a identificar estas actitudes, porque muchas veces pasan desapercibidas para el afectado, que sin embargo, y no le falta razón, cree que tiene una implicación máxima.

Utilizar el humor para sacarlas a la luz puede ser una buena herramienta haciendo ver que las consecuencias de que el trabajo no esté perfecto no pueden ser peores que las del trabajo no realizado.

Otra práctica puede ser revisar los cometidos que se han propuesto a esa persona y ver si son acordes con los conocimientos y aptitudes que tiene. Quizás se le está pidiendo algo que no puede afrontar en ese momento, pero su nivel de autoexigencia le impide reconocerlo.

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Elogio del error y otras estrategias contra el perfeccionismo

Hacer un ejercicio de reconocimiento del error puede ser otra de las estrategias para evitar el perfeccionismo. En el perfeccionismo subyace una exigencia de éxito individual en el que el error es percibido como fracaso y debilidad.

Puede evitarse enviando el mensaje de que se pueden cometer errores, que son deseables y que acompañan, ineludiblemente, a los procesos creativos. La rigidez de los perfeccionistas es un bloqueo al flujo de ideas necesarias para la innovación.

Es interesante poner en valor la flexibilidad y rebajar la autoexigencia. Es mejor que el trabajo esté realizado al 80% pero terminado que perfecto, y no entregado. Es lo que se entiende como trabajar con el “no, pero casi”. Esta actitud promueve la diligencia y la persistencia sin el bloqueo de la perfección ideal.

Cómo abordar un jefe perfeccionista

Una persona perfeccionista con responsabilidades no será capaz de delegar tareas eficazmente. Como también exige la perfección para los demás nunca está satisfecho con el resultado del trabajo de los otros. Ejerce un exhaustivo control que perjudica a la motivación del equipo.

La falta de confianza en el trabajo de los demás provoca un volumen excesivo de trabajo que carga sobre sus espaldas. Esto, además, le impide ver con claridad los problemas y provoca su impaciencia e irritabilidad.

Para combatir estas actitudes es importante apostar por un tipo de liderazgo donde la confianza en el trabajo de los demás sea la norma. Un buen grado de autonomía en cada miembro de un equipo, acompañado de una mejor comunicación obtiene excelentes resultados frente a un control excesivo.

La solución a los problemas no viene de una sola visión, si no del trabajo en colectivo donde la suma de inteligencias y la diversidad de perspectivas será la que mejor pueda afrontar retos y cambios.

La perfección es inalcanzable, es una ilusión que limita y genera actitudes contrarias a la creatividad y la productividad. Celebrar el error será una actitud mucho más eficaz y saludable para componer equipos de trabajo.