Jaime Castellanos y Antón Serrats, presidente y consejero delegado de Willis Iberia
Una fría tarde de invierno del año 1984, en una estación de esquí, las trayectorias profesionales de Jaime Castellanos (Getxo, Vizcaya, 1952) y Antón Serrats (San Sebastián, 1952) se cruzaron. «Como todo en la vida, fue por culpa de una mujer. Yo era amigo de la universidad de la mujer de Antón e iniciamos una relación de amistad en 1979. Hablábamos de nuestros proyectos y de nuestros trabajos. Yo tenía la idea de montar un negocio al albor de una ley anunciada que eliminaría el ‘numerus clausus’ de lo que entonces se llamaban compañías de agentes de seguros». Él conocía bien ese mundo por un negocio familiar arraigado en el sector. «Antón había desarrollado su carrera en banca. También se vivía un momento de crisis y el banco donde trabajaba se lo habían… ¡merendado!», exclama el presidente de Willis. Del Banco Vizcaya, el directivo donostiarra había pasado al Urquijo, antes de que éste fuera absorbido por Bankunión, «porque un cuñado de Jaime estaba buscando gente para el departamento industrial».
«Antón me contó que su trabajo ya no le divertía porque estaba en un banco absorbido, con otro proyecto, y así, de sopetón, le cuento lo que quiero hacer y le pregunto si se uniría». «La ley se retrasó unos meses y durante ese tiempo, Antón se despidió y aprovechó… para barnizarme en el sector». «Estuvo un tiempo trabajando en nuestro negocio familiar en Bilbao y luego en Gil y Carvajal, un socio minoritario del proyecto, pero muy importante». Finalmente, Antón Serrats se fue a Londres, a trabajar en Willis, una compañía a la que entonces nada les unía, pero con la que la empresa familiar de Castellanos mantenía una buena relación. Lista la inmersión en el mundo del seguro, ya sólo les quedaba lo más importante: «Pusimos en marcha una sociedad muy pequeñita. Teníamos un empleado y medio: una secretaria y un contable a media jornada».
«Yo seguía un poco orientado al tema financiero, a la banca, pero me encantaba ser empresario en el mejor sentido de la palabra», recuerda Serrats. «Éramos propietarios de un 60% de la compañía y Gil y Carvajal, del otro 40%; hasta que les compramos su parte en el año 89. En ese momento aprovechamos para pagar con acciones a algunos ejecutivos». Es precisamente ese 40% el que más tarde venderán al Grupo Willis, «aunque ya no éramos los mismos», puntualiza Jaime Castellanos. El resultado de la fusión por absorción de las Corredurías de Seguros y Reaseguros VM Oficina Técnica y Gras Savoye Española por S&C Willis Corroon, es lo que hoy en día se denomina Willis Iberia, una compañía que celebra este año su 25 aniversario con 16 oficinas en España y Portugal, casi 600 empleados y una facturación en primas gestionadas en 2008 de 800 millones de euros.
El camino andado ha sido largo, pero Jaime Castellanos y Antón Serrats prefieren hablar del futuro a mirar al pasado. «Ni este señor ni yo somos eternos, pero lo importante es seguir. Desde mi punto de vista —y puede que el de Serrats sea diferente—, lo que más ilusión me hace en un futuro es saber que esta compañía se queda en buenas manos«. «Que el día que no estemos funcione igual o mejor». Para ello se han rodeado de un equipo joven, listo para tomar el testigo cuando sea necesario, que siente los colores como ellos mismos. ¿Y han conseguido mantenerse independientes en el seno de una multinacional centenaria de tanto peso? «Sí, porque los números son la mejor defensa que existe», responde rápido Jaime Castellanos. «La cuenta de resultados es tu mejor bagaje. Hoy podemos decir sin ser soberbios, pero con orgullo, que esta compañía nunca les ha dado un solo dolor de cabeza».
Hablando de trabajo
«Como vivas sin pasión ni ilusión un mundo apasionante…»
«Futbolista». Antón Serrats no duda. Compartía sueño con millones de niños. «Jugaba en San Sebastián, en los playeros de la Real Sociedad, hasta los 14 ó 15». «Me gustaban muchísimo los coches y las motos. De hecho me dediqué a ello. Estuve cinco años corriendo rallies, compaginándolo con la carrera, aunque se me daba bastante mejor el coche. Fue la época más divertida», recuerda Jaime Castellanos. ¿Y qué queda de los dos niños que soñaban con la gloria ? «Yo sigo siendo igual —afirma Serrats—; competitivo para todo en la vida, en el aspecto más positivo, y jugador de equipo». «De entonces, me duelen los huesos —ríe Castellanos—, pero mantengo la ilusión por las cosas».
Prueba de ello es la pasión con la que ambos hablan de su sector. «El mundo del seguro visto desde un lado de la mesa no es que sea aburrido; puede ser un coñazo tremendo. Como todo, depende de cómo lo vivas. Como vivas sin pasión ni ilusión, un mundo apasionante se convertirá en un horror», explica el presidente de Willis Iberia.
Muy personal
Personalidades diferentes que se complementan a la perfección
«¿En mi tiempo libre? Uno evoluciona…» Antón Serrats se lo piensa. «Ser abuelo», le interrumpe Jaime Castellanos. «También», ríe. «Mi hija mayor acaba de tener un niño y siempre piensas: “Un nieto, bah”, pero cuando lo tienes… También me encanta seguir haciendo deporte. Continúo corriendo, en invierno esquío y juego al golf». «Yo no entiendo muy bien esa afición que tiene por correr», recalca Jaime Castellanos. El golf, sin embargo, es una pasión compartida. Al primero, con un siete de hándicap, le recordamos que dicen algunos que éste se corresponde con el número de días que se trabaja al mes. «Pues yo trabajo uno menos», afirma Castellanos. ¿Sus otras aficiones? «Perseguir a mis hijos porque cada vez les veo menos. Estar con mis amigos. Cada vez disfruto más estando con la gente de mi entorno, haciendo deporte con ellos. Estando».
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