Durante el año 2011, un total de 432.182 empresas españolas llevaron a cabo algún tipo de acción formativa orientada a sus empleados. Esta cifra supone un incremento del 13,6% respecto a las compañías que lo hicieron en 2010. Al menos así lo atestigua el Balance de resultados 2011 realizado por el Observatorio de la Fundación Tripartita para la Formación en el Empleo (FTFE). Esas más de 400.000 empresas suponen, además, una penetración de la formación profesional para el empleo del 28,8 % en el tejido productivo español.
Alfonso Luengo Álvarez-Santullano, Director Gerente de la FTFE, confirma esta tendencia positiva: «En lo que va de año 2012 ya son 467.000 las empresas registradas en el sistema y 1,5 millones de participantes formados, que previsiblemente alcanzarán a final de año más de 3,2 millones», explica. En su opinión, «el sistema de formación para el empleo en España, sabiendo que algunos de sus aspectos son manifiestamente mejorables, goza de buena salud en lo que concierne a niveles de participación de empresas y trabajadores».
Así las cosas, la formación profesional para el empleo parece ser, en cierto modo, una palanca de cambio para ayudarnos a salir de la crisis. Trabajadores mejor formados serán más productivos y harán, por consiguiente, más competitivas a las empresas en las que trabajan. En este sentido, Teresa Muñoz, Secretaria de Formación de UGT, señala que «la formación profesional para el empleo ofrece a los trabajadores la oportunidad de adquirir las habilidades, los conocimientos y las competencias necesarias para cumplir los requerimientos del mercado de trabajo».
El desafío de las pymes
Las grandes empresas cuentan con sistemas y estructuras sólidas para dar formación a sus miles de empleados. Tienen, en muchos casos, sus propias aulas y personal docente que se ocupa de la anteriormente conocida como «formación continua». Pero en el caso de las pymes, la cuestión es más compleja, sobre todo en el de las micropymes. El empresario se enfrenta al dilema de invertir en formación o despedir a sus empleados para contratar a otros ya formados. «Para que la formación profesional sea realmente eficaz debe situar el foco en la persona que individualmente se responsabiliza de su propia formación, en el trabajador que necesita hacer mejor lo que hace habitualmente», argumenta Luengo, pero sin eximir de responsabilidad a la empresa, que tal y como apunta, «ha de apoyar la información y la sinergia que se produce en el entorno formativo y compartir el conocimiento y el talento colectivo para renovarse y proyectarse mejor hacia la sociedad».
Dentro del conjunto de las acciones formativas emprendidas por las empresas españolas, la prevención de riesgos laborales es la más demandada, seguida de la gestión de recursos humanos y los idiomas, tal y como informa la FTFE. Sin embargo, algunos sectores profesionales con gran futuro harán aumentar la demanda de formación en materias como, por ejemplo las energías renovables, los servicios asistenciales o todo lo relacionado con el mundo digital. Además, es conveniente recordar que «la formación para trabajadores ocupados debe cubrir tanto la adquisición de competencias clave, de carácter transversal, como las competencias profesionales vinculadas al ejercicio de su profesión», tal y como advierte Teresa Muñoz.