Fernando Francés, presidente y socio fundador de Everis
Este matemático ha levantado en 13 años una compañía con casi siete millones de profesionales. ¿Su secreto? Dejar hacer a los mejores
Fernando Francés (Madrid, 1960) siempre lo tuvo claro. «Yo quería trabajar, ganar dinero y tener libertad. Y hacer bien lo que fuera. Siempre me ha gustado intentar hacer las cosas bien. Luego me salen como me salen…». Pero las cosas le salen más que bien. Alumno brillante en el colegio -«muy bueno en ciencias, aunque algo peor en Historia y Lengua»-, opta por estudiar Matemáticas en la universidad. Un profesor peculiar -«yo diría resentido»- retrasó su incorporación al mercado laboral. «Me peleé con él y aquella asignatura me quedó hasta el año siguiente. Le llegué a proponer que nos pusieran un examen a los dos: «Si saco mejor nota que tú, apruebo; si la saco peor, suspendo».
Eran tiempos difíciles, con un país en crisis, pero él tuvo suerte y encontró trabajo justo donde quería: «IBM alcanzó su punto álgido en aquel momento. Trabajar allí era la ilusión de mi vida, aunque después de dos años me fui desilusionando porque no creo que favoreciera a las personas que tenían ganas de hacer cosas. Era un ministerio de lujo. Pensé: «Tengo dos opciones: hacer el vago, que es un rollo, o intentar irme a otro sitio donde pueda seguir haciendo carrera». Yo me tengo que entusiasmar trabajando: si no, es para volverse loco».
Dos años después, en 1986, saltó al que desde entonces será su mundo: «Llegué a Arthur Andersen, una maravilla, sobre todo al principio». A la pregunta de qué hacía un matemático en un entorno como ése, Francés contesta riendo: «Pues sumar. Era consultor». Escuchándole parece un trabajo apasionante. «Lo es. Ahora no lo sé porque desde que estoy aquí no soy consultor, pero lo era. Tienes que improvisar bastante. Tienes que ir cinco minutos por delante del cliente».
En 1996, Fernando Francés vuelve a cambiar de aires. «Llegué a DMR, una consultora canadiense que había comprado Fujitsu. Cuando me ofrecieron ser director general les dije que ya trabajaba en la mejor y que aceptaba sólo si me dejaban implantar un modelo diferente». Debió de resultar convincente. «En diciembre de ese año éramos cinco: cabíamos en un taxi. En diciembre del 99 ya éramos cuatrocientos y pico, y en diciembre de 2000, mil y muchos». Hoy, en Everis trabajan 6.720 profesionales, pero como reza en su presentación, «seguramente, en este instante ya son más».
Han pasado trece años que les han cundido mucho a «los del taxi»: les ha dado tiempo a comprar la compañía a sus antiguos propietarios, a cambiarla de nombre por uno inspirado en la cima más alta del mundo, a dar el salto internacional, a incorporar nuevos socios y a crecer a un vertiginoso y mantenido 20% anual. Y después de esto, ¿qué le queda por hacer? «Me gustaría que la compañía siguiese siendo imprevisible, haciendo cosas fuera de lo normal». Es extraño que a un matemático le atraiga tanto lo impredecible. «No. Con lógica y herramientas de cálculo tú predices cosas, pero cambiando las hipótesis, la lógica varía. La imprevisibilidad te das más opciones. Hay que abrir la mente. Además, lo previsible es muy aburrido».
De lunes a viernes
Cuando se ha aburrido, cuando no ha podido crecer donde estaba, se ha marchado. La carrera profesional de Fernando Francés es un ejemplo de coherencia, pasión por el trabajo y empuje. Así decidió apostar por un modelo diferente de compañía: «La gente podía hacer lo que quisiera. Si el rendimiento de la compañía era excepcionalmente bueno, éste sería el mejor sitio para trabajar. Si era normal -no malo sino normal, como el de la media del sector-, éste sería uno de los peores sitios para trabajar. Si era malo, moriríamos». «Aquí se han juntado todos los astros en fila y ha salido bien».
A la hora de trabajar ha preferido rodearse de personas buenas, «esas que tienen ilusión y nobleza». «Si puedes confiar en el de al lado no desperdicias energía. También la transparencia. El consejero delegado le ha dicho a más de uno: «De nada bueno quiero enterarme por ti, ni de nada malo por los otros». Habla de solidaridad aunque huye de la palabra por demagógica. «Hay un socio que dice que esta compañía es el sueño de Marx, pero hecho por gente de derechas. Es verdad. Todos somos dueños de la compañía. Todos los empleados somos accionistas. Si las cosas van bien, van bien para todos. Si van mal, van mal para todos. Sin embargo, somos gente de derechas. Normalmente, cuando los de izquierdas que tanto enarbolan esto lo intentan hacer, no saben».
Muy personal
«Me gustan la familia y el deporte. Ahora hago triatlón para estar en forma para esquiar». Al elegir alguien a quien admira no se lo piensa: «Nadal. Probablemente, lo mejor de él es lo que su padre y su tío le han metido en la cabeza».
«La determinación» es el principal rasgo de su carácter y no reconoce ninguna extravagancia, 2Soy raro pero no tengo ninguna manía», afirma natural, sonriendo. En cuanto a anhelos personales, Francés espera de la vida «una propina». «Es importante tener ilusión en algo e intentar conseguirlo. El mejor momento es cuando tienes una ilusión, crees que la puedes conseguir, pero aún no la has conseguido».