Fernando Galante, socio director de Padula & Partners
El tema de las entrevistas de trabajo es cada vez más recurrente en nuestras conversaciones. “Fulano tuvo una entrevista ayer” “¿sabes que mengana está en un proceso de selección?”. Parece como si de repente todo el mundo volviera a los inicios de toda carrera profesional. Directa o indirectamente, estamos todos un poco en proceso de selección estos días. Es cierto que otra de las consecuencias de la dichosa crisis es la mayor movilidad de los profesionales en la mayoría de los sectores. Se despide gente, sí, pero también se contrata gente. La economía no se para, y en muchos casos las empresas abren puertas de salida… y de entrada, a nuevas personas, y hasta a equipos enteros.
Excelentes profesionales, con impecables trayectorias hasta la fecha, se encuentran súbitamente ante una situación, la de búsqueda activa, que parecía haber quedado atrás para ellos hace muchos años. Se encuentran desconcertados, ya que en el pasado, siempre les habían llamado de una empresa a otra, precedidos por sus magníficas reputaciones o referencias personales. Este hecho realmente allanaba el proceso, incluso suavizando ciertos filtros en la mayoría de los casos. Las cosas han cambiado. Muy a menudo pasan ahora por mi despacho directivos y ejecutivos que literalmente no han hecho un Curriculo en su vida, y para los que una entrevista personal es una experiencia desafiante y dura a la vez. No saben cómo enfocar las largas entrevistas de incidentes críticos, la petición recurrente de referencias o la actitud muchas veces desafiante de los entrevistadores. A unos y a otros: sentido común, y sensibilidad.
Para el entrevistado, sujeto no tan pasivo del proceso de selección, lo primero. Sentido común para sosegarse, evitando los nervios y una tensión añadida que en ningún caso es buena compañera de viaje en estos momentos. Sentido común igualmente para dirimir que, normalmente, al entrevistador no le mueven pulsiones personales: está sencillamente haciendo su trabajo. Una actitud arrogante, distante o incluso agresiva con el entrevistado puede ser en sí un excelente filtro de selección. Calma. En estos casos, la respuesta nunca debe ser temperamental. Ni tampoco sumisa en exceso, cuidado. No olvidemos que un proceso de selección es siempre una vía de doble sentido: las entrevistas seleccionan, y los candidatos, también.
A mis compañeros del otro lado de la mesa, profesionales de la selección, entrevistadores de consultoras y departamentos de Recursos Humanos, me permito recomendar sensibilidad. Trabajamos con personas, es nuestra materia prima. Cada persona arrastra un bagaje, una historia, un trayecto corto o largo de éxitos, y a veces también, fracasos. A veces estos se encuentran dolorosamente cercanos, y pesan. Nos pesan a todos. Para mí ha sido siempre importante y muy revelador demostrarles a mis candidatos la dosis necesaria de empatía para conseguir hacerles sentirse cómodos. He obtenido de esta manera respuestas más sinceras, actitudes más proactivas al cambio y en general mucho mejores resultados.
Considero que esta reflexión es también válida para aquellas personas que actualmente participan en procesos de selección desde las áreas de negocio, ajenas a la experiencia o responsabilidades en materia de selección y Recursos Humanos. La sensibilidad y la empatía nos permiten establecer con el entrevistado una relación mucho más eficiente que la distancia y la presión. Baste con recordar el hecho consumado que todos hemos estado (y podemos llegar a estar) en algún momento en la piel del entrevistado. Piénsenlo frente al próximo candidato o candidata. Podría ser usted.