Gestión, planificación, estrategia, trabajo en equipo… y también conciliación y ética. Todo forma parte, cada vez más, del ‘welcome pack’ que las escuelas de negocios y centros académicos ofrecen en sus masters y postgrados de formación para puestos ejecutivos y directivos. Purificación García, directora de Postgrado de la Universidad Camilo José Cela (UCJC), subraya los cambios que ha experimentado el sector: «La demanda ya no solo se centra en el área en la que se precisa reciclarse, sino en el manejo de herramientas de diagnosis, toma de decisiones y estrategias de liderazgo y creación de sinergias empresariales. La UCJC ya cuenta con una línea específica para ejecutivos que tiene que ver con los métodos de decisión empresarial, la gestión de talentos, el liderazgo, e incluso la conciliación familiar».

El trascurrir del tiempo no solo ha determinado las maneras de acceder a estos masters o la aparición de nuevas materias que impartir, sino la forma de estudiar. Como apunta David Ruiz de Olano, director de MBA de Deusto Business School: «La metodología que usamos varía según el programa, perfil y necesidad de cada profesional, cuya interacción con los demás profesionales es clave para que aprendan no solo del claustro, sino de las experiencias de sus pares. Todas las metodologías tienen que tener en común rigor y relevancia: para contextualizar cada situación y crear marcos de referencia probados y amplios, escoger solo aquello que sea más relevante para el directivo, que le permita ejecutar lo aprendido al día siguiente en su realidad profesional».

Toda esta oferta académica es maleable, ya que se adapta a las necesidades del alumnado que, o bien quiere poner el foco en un área determinada, o bien quiere formarse en un marco más general, como señala Arturo de las Heras, Director General del Centro de Estudios Financieros (CEF). Existen dos claras orientaciones. Una, compuesta por los postgrados altamente especializados, de menos de 60 horas, de duración en áreas de conocimiento muy concretas, para actualizar contenidos y adaptarse a un contexto en pleno proceso de cambio, con una clara orientación práctica. La segunda, los Másters oficiales para aportar un visión global de la gestión empresarial (programas MBA) o de un área funcional  (programas en recursos humanos, en dirección comercial y Marketing, etc.). «Los primeros son demandados básicamente por  profesionales con una trayectoria larga y sólida; los segundos se ajustan mejor a profesionales con menos de cinco años de experiencia», dice de las Heras.

Cuestión de ética

Otra exigencia de los tiempos es la necesidad de que la ética y los valores humanos coticen al alza. «Los escándalos empresariales, las noticias, casi continuas, de corrupción y malas prácticas forman parte, lamentablemente, de la realidad a escala internacional. Si pretendemos formar a profesionales para esa realidad, deben estar preparados sobre cómo afrontar dichas situaciones, incluso antes de que se presenten», explica Ignacio López, director de Programas MBA de  Nebrija Business School. Javier Iturrioz, Vicerrector de Ordenación Académica y Posgrado de la Universidad CEU San Pablo, nos aporta su opinión en este sentido: «La ética y los valores empresariales tienen ahora y han tenido siempre una gran importancia. Creemos que cualquier tipo de formación, en el ámbito que sea, debe contemplar necesariamente esos principios, que siempre se han contemplado en nuestros programas, en consonancia con los fines de la Fundación Universitaria San Pablo CEU».

Códigos éticos, sostenibilidad y comunicación son, entre otros, factores que se tienen cada vez más en cuenta en los ‘executives’, y con ejemplos bien claros, como destaca Álvaro Rico, coordinador académico del Instituto de Estudios Bursátiles: «Se ha incorporado el estudio de casos que han sido portadas en los últimos años –Jerome Kerviel en Société Générale, Bernard Madoff, etc.–, para analizar los problemas que subyacían a esas conductas inmorales. Lo importante es que las personas hagan suyos valores inherentes a la persona en cualquier ámbito de la vida y, por supuesto, en su desarrollo profesional. Solo así se interiorizarán los criterios necesarios y se «empapará» la empresa de esos valores, con independencia de que sean o no recogidos en un código de conducta, que, por lo general, son más sancionadores que orientadores». Solo así se formará a los directivos que necesita el siglo XXI.

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