José Cabrera

José Cabrera, presidente ASPGems y socio fundador de Innopersonas

Las organizaciones que hemos creado están pensadas para satisfacer las necesidades de la Era Industrial, muy especialmente la producción, la eficiencia y la escalabilidad. Su estructura está basada en un férreo control jerárquico, que hace que las órdenes emanen de la cúpula directiva y discurran exclusivamente en una dirección: de arriba a abajo. Éste es uno de los motivos por el que nuestras empresas e instituciones se han vuelto lentas y burocráticas, incapaces de adaptarse a los cambios.

Pero ya no vivimos en la Era Industrial, sino en la Era de la Colaboración. Las organizaciones hoy necesitan transparencia, agilidad, creatividad, capacidad de innovación y, por encima de todo, mecanismos para aprovechar al máximo los nuevos modelos de creación de valor surgidos en las redes de colaboración.

¿Por qué es tan importante la colaboración? Porque los retos a los que nos enfrentamos son excepcionalmente complejos y ya no es posible dar una respuesta individual. Vivimos en un entorno de gran incertidumbre, los cambios se suceden a un ritmo acelerado, generamos más información de la que podemos absorber, nuestras interrelaciones son globales y nuestras estructuras sociales cada vez más complejas. Es evidente que la respuesta ya no puede estar en la cúspide de la pirámide, en el líder “que lo sabe todo”. La única respuesta posible es una respuesta colectiva, basada en la colaboración.

Esto implica un cambio profundo. Necesitamos una nueva estructura organizativa que nos permita aprovechar todas las oportunidades que la colaboración masiva nos ofrece. A este nuevo modelo lo hemos denominado redarquía.

La redarquía es el modelo organizativo de la colaboración

La redarquía es un modelo organizativo emergente característico de las nuevas redes abiertas de colaboración -muy especialmente la Web 2.0- y está basado en las interacciones que múltiples agentes mantienen entre sí cuando comparten su talento y su conocimiento de forma abierta y transparente, en relaciones de igual a igual.

Frente al tradicional modelo organizativo jerárquico, en el que las órdenes son impuestas y discurren exclusivamente de arriba a abajo, la redarquía es un orden que funciona de abajo a arriba: las decisiones y las soluciones emergen de forma natural como destilación espontánea de la inteligencia colectiva. El ejemplo más claro es el de las comunidades de software libre, que son capaces de crear productos tan sofisticados como la Wikipedia o el navegador Mozilla Firefox colaborando en redes abiertas y horizontales, ajenas a la estructura jerárquica tradicional.

Así pues, la esencia de una estructura redárquica son las relaciones de participación descentralizadas, basadas en la confianza, el valor añadido y la autenticidad de cada uno de los miembros que conforman la red.

La clave está en entender que el mero hecho de colaborar y compartir de igual a igual genera propuestas y soluciones innovadoras y permite que la actividad se traslade, de forma natural, a los nodos en los que realmente se está aportando valor a la organización. Frente a un problema complejo, la colaboración de todos los agentes en redes abiertas genera nuevas interacciones, permite que afloren propuestas creativas y, en última instancia, hace posible que la solución emerja de forma natural.