José Luis Matarranz, profesor de ISEAD.

El pasado mes de marzo comenzaba en Australia un nuevo campeonato de Fórmula I, un extraordinario espectáculo en el que se combinan la pasión del deporte, la tecnología, la publicidad y el patrocinio, y hasta la estrategia, como variable que entra en juego en el desenlace final de cualquier carrera. Pero el objeto de este artículo es el de extrapolar al mundo del management  y la estrategia empresarial uno de los hechos más significativos de la temporada pasada de Fórmula I: el desenlace del pasado campeonato y una de las causas que lo provocaron, una decisión equivocada y la aplicación de una mala estrategia.

Los hechos fueron los siguientes: Fernando Alonso pierde el título mundial, el tercero, por una decisión mal tomada. Al piloto español le hubiese bastado ser cuarto para repetir título con independencia de lo que hubieran hecho cualquiera de sus rivales y éste fue uno de los errores que motivaron el desastre: asumir y dar por hecho que su contienda sólo se libraba con un único rival, el piloto australiano Webber.

El análisis de las decisiones que se tomaron en el muro –como se llama al lugar en el cual los equipos, guiados por sus análisisy los resultados de las diferentes simulaciones, eligen qué hacer en carrera– nos lleva a afirmar que copiar una estrategia siempre es malo y puede tener unas consecuencias nefastas para el equipo o la empresa que las toma.

Emular la estrategia de Webber, es decir, entrar en los boxes, parar y cambiar los neumáticos a la par que el rival directo, tuvo unas consecuencias nefastas para los intereses del equipo italiano y de Alonso. Desde luego, la estrategia no fue la más acertada. Primero Ferrari y Chris  Dyer, ingeniero responsable de la estrategia de carrera y quien tomó esa decisión, no repararon en la posibilidad de que su máximo competidor estaba tomando una decisión que podía ser la que no estaba programada inicialmente o que podía esconder una estrategia a favor del otro miembro del equipo, como finalmente sucedió; y segundo, porque no se valoraron adecuadamente las consecuencias que la propia decisión podía conllevar al coche de Ferrari, situándolo en una posición en carrera en la cual podía  verse bloqueado por otros coches, como pasó.

Cambiemos coches por productos, y escuderías y equipos por empresas, y tendremos un buen ejemplo de las consecuencias que tiene copiar la estrategia de un competidor sin valorar sus consecuencias. La primera es que nadie sabe ya lo que fue de Chris Dyer una vez que la propia Ferrari lo ha relevado; y la segunda, bien podía ser un buen ejemplo de las consecuencias  que puede tener copiar una estrategia realizada por la competencia sin ser valoradas ni sus causas ni los efectos que puede tener.