Por Douglas McEncroe, experto en management
Conferenciante de Thinking Heads

Recientemente, mientras leía el libro de Javier Cercas ‘Anatomía de un instante’, que se construye sobre un análisis profundo del sentido de varios gestos, reflexioné sobre cuánto significado tiene un gesto, lo simbólico que puede llegar a ser. Si trasladamos esto al mundo de la empresa, habría que decir que la mayoría de los directivos es bastante torpe en este aspecto. Basta con pensar en su habilidad para entender y modificar la cultura organizacional de sus propias compañías para comprobar que no controlan muy bien el lenguaje simbólico. Es lógico. Las empresas están compuestas por gente muy racional y tanto el lenguaje simbólico de los gestos como el concepto de «cultura organizacional» les suena a chino, algo que, sin embargo, es un gran error porque no hay nada que destruya más la estrategia del negocio que una empresa que, sutilmente y con la paciencia del mar, trabaja contra ella.

Por tanto, si realmente queremos moldear la cultura de forma que sirva de apoyo a la ejecución de nuestra estrategia, estamos condenados a entenderla y a gestionar nuestros gestos. Lo primero que cualquier persona en una posición de responsabilidad tiene que entender es que cada acción que realiza transmite un mensaje que las personas bajo su responsabilidad miran con atención para comprender su significado. Los mensajes dan a los demás las pistas sobre las reglas del juego, normalmente no escritas, pero que contienen las claves sobre cómo sobrevivir y prosperar en la organización.

Si el grupo de altos ejecutivos es consciente de los mensajes que está emitiendo a través de sus acciones, entonces está ejerciendo un cierto control sobre las percepciones de los empleados y formando una nueva cultura, una más capacitada para apoyar la estrategia de negocios que han diseñado. Los canales de comunicación, la manera de gestionar las reuniones, lo que se incluye en las agendas y lo que se deja fuera de ellas cuando no hay tiempo, las decisiones a la hora de invertir dinero y en qué no y, sobre todo, los comportamientos de los miembros del Comité de Dirección en el día a día… Todo esto contiene significado y transmite mensajes.

La decisión de Suárez de quedarse en su escaño aquel 23 de febrero, en lugar de tirarse al suelo claramente un gesto cuya fuerza ha perdurado con el tiempo. Es difícil saber si el mismo Suárez era consciente del significado de su gesto. Quiero pensar que sí: al ser un líder que se movía por instintos, creo que en parte sí lo entendía. Y ésa es la clave: a la hora de ejercer el liderazgo hay que entender que los gestos y la forma de hacer y decir las cosas están llenos de significado. Saber gestionar ese significado potencia mil veces el liderazgo.

Ser consciente de la importancia de los gestos, analizarlos y gestionarlos de una manera consciente es una tarea de una importancia primordial para cualquier ejecutivo que ejerza el liderazgo. Puede ser la clave para poder ejecutar su estrategia o verla fracasar.