Leopoldo Abad Alcalá, vicerrector de alumnos de la Universidad CEU San Pablo.

La crisis económica que sufre nuestro país está motivando que ni siquiera poseer un título universitario sea garantía de lograr un puesto de trabajo, pero no tenerlo sí parece abocar al desempleo. Según el último informe de la Fundación Conocimiento y Desarrollo, la tasa de paro entre los titulados universitarios superaba el 12% frente al 5,2% de la media europea; pero por otro lado es casi la mitad de la tasa de paro genérica en España.

De ello podríamos concluir que la obtención de un título universitario no es un  pasaporte directo al mercado laboral pero sitúa a sus poseedores en una situación de ventaja frente al resto de los demandantes de empleo. En alguna medida esto puede deberse a que las empresas contratan a universitarios para realizar actividades que anteriormente desarrollaban trabajadores sin dicha cualificación, encontrándonos universitarios infrautilizados con remuneraciones no acordes a su preparación.

Pero el panorama no es tan desolador como estos datos parecen mostrar. Las  empresas siguen dirigiéndose a nuestra Universidad solicitando titulados, pero en la situación económica actual requieren profesionales con una serie de competencias y habilidades -por utilizar la terminología impuesta por el Espacio Europeo de Educación Superior- que para ellas son garantía de adecuada inserción y seguro rendimiento.

Algunas de estas competencias y habilidades son de sobra conocidas, como el dominio real y efectivo del inglés profesional y a ser posible de otro idioma; haber realizado prácticas durante el periodo de estudios o un Erasmus y otras estancias en el extranjero; y adquiere una gran trascendencia poseer un postgrado de calidad, no siempre fácil de elegir debido a la dudosa oferta  existente al margen de la Universidades y las Escuelas de Negocios a ellas asociadas.

Junto a ello, los departamentos de Recursos Humanos demandan cada vez más competencias que se derivan de lo que denominan el «currículum oculto», aquellos aspectos que revelan rasgos de la personalidad vinculados a actividades no exclusivamente académicas o formativas. Empatía,  compromiso, esfuerzo, pro-actividad, responsabilidad, trabajo en equipo, creatividad, motivación, adaptabilidad o capacidad de comunicación son cualidades cada vez más valoradas en el ámbito profesional.

En definitiva, se trata de intentar lograr una formación integral compaginando conocimientos y valores, esfuerzo en el que estamos comprometidas algunas Universidades y que es el camino más recto hacia un sociedad mejor y una economía más competitiva.

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